lunes, enero 08, 2007

Una conversación en El Pireo

Este hombre pequeño que se dirige a un publico de espectadores que van a oír solamente, y a otro de 500 jueces que tienen que decidir, es Sócrates. Yo nunca he tenido con él una especial simpatía que requiriera un trato continuo aunque se que mucho de cuanto él ha hablado influye en mi vida. Ahora, sin embargo, asisto a su defensa, hecha por él mismo. Vengo porque un buen amigo me ha pedido que le de mi opinión sobre un fragmento de un libro que ha de escribir, años después de este hecho que narro en detalles nada más, su discípulo Platón. De este sé algo más porque de joven le leí pero como a tanta lectura de juventud, le sucedió el olvido en un lento disolverse, quedando cuatro ejes básicos. Puesto que filosofeo por afición, algo le deberé a Platón, pero también a su compañero junto a Sócrates , Jenofonte, que me cae muy bien a partir de su biografía de hombre de acción, de hombre cultivado y de haber descubierto el reportaje periodístico en el campo de batalla gracia a su Anábasis, libro que leí y releí con delectación.
Vuelvo al lugar en que Sócrates desconcierta a todos siendo implacable con su lógica a la que no permite el menor desliz. Tras cada camino tomado existe una contraindicación fruto de la razón y no de la emoción. Aún así, en la decisión para considerarle culpable solamente 30 jueces dan la mayoría a la culpabilidad. Poco es, pero suficiente. Cuando debe, en la segunda parte de la Apología fijar su condena, les irritará de tal manera que solamente una minoría, cualificada si, estará de acuerdo con él.
Como mi amigo Luri sabe de esto mucho más que yo, recomiendo leer sus libros o asistir a su Café de Ocata y no me he de meter yo en andaduras peligrosas. Pero si debo decir que me llama la atención una parte inicial del discurso, aquel en que dice que todo cuanto ha hecho ha sido preguntar a todos aquellos que se consideran sabios, para acabar concluyendo que no eran tal y por lo tanto, ante la constatación, ganarse su enemiga y animadversión. Tal vez, si no hubiera descubierto la supercheria de la propia auto estima en cuanto a sabiduría, hubiera vivido más años de vida sin probar la cicuta.
Es a la luz de este comentario, en su Apología, que creo que quiere decir la palabra, defensa, que leo su encuentro en las primeras páginas de La República con Céfalo, anciano rico, a cuyos hijos acompaña Sócrates para enredarse en una de esas veladas de conversación, después de las fiestas habidas en el Puerto de El Pireo. Allí, Sócrates, que se ha encontrado a un grupo de jóvenes en la calle, quienes le han invitado a casa de los hijos de Céfalo, acude y nada más entrar se encuentra con el patriarca, cómodamente sentado. El saludo es cordial y se acomodan. El diálogo es tan breve que en mi primera lectura me pasó, con seguridad, desapercibido, y aún diré, he pedido a dos amigos que lo leyeran y en ambos casos, a bote apronto, han dado versiones coincidentes entre ellos pero no conmigo. Para ellos Sócrates y Céfalo hablan de la vejez y de la virtud en amigable coloquio, y Sócrates viene a halagar la virtud de Céfalo: para mi no. Si Luri no me hubiera pedido mi opinión (que ninguna falta le hace sino para constatar mi poca preparación y socrática ignorancia), yo hubiera seguramente coincidido con mis amigos. Pero no.
En la primera parte, el encuentro en la calle, los amigos de Polemarco, hijo de Céfalo, casi obligan literalmente a acompañarles a su casa con la promesa de asistir después a una procesión con antorchas y otros actos espectaculares: deberán esperar a la noche en la sala de Polemarco y allí debatirán. LO aceptan.
Cuando llegan a la casa encuentran a Cefalo sentado en un asiento con cojín y llevando en la cabeza una corona, pues viene de celebrar un sacrificio en el patio. El recibimiento es cordial, muy cordial, y el mismo Céfalo celebra la oportunidad de escuchar a Sócrates. El mismo provoca la conversación, cuando le dice "cuanto más amortiguados están en mi los placeres del cuerpo, tanto más crecen los deseos y satisfacciones de la conversación..." Así pues Céfalo se muestra deseoso de escuchar como anciano sin perentorios deseos del cuerpo y de la carne.
De acuerdo está Sócrates e incluso le muestra su interés en lo que ha dicho: le gustaría oir de él como declara eso que se llama "umbral de la vejez": si como desgraciado o lo contrario..
Cefalo se explaya: se reune con gente de su edad y algunos se quejan de los achaques del cuerpo, de la pérdida de las pasiones o del maltrato y ultraje que reciben de sus allegados. Cita incluso a Sófocles, de quien dice que anda tan feliz con su vejez, libre de la pasión del amor por la edad y termina diciendo, que en todo caso, no es solo la edad la que conforta sino el carácter, que hace hace que uno se conforme con su edad, sea cual sea. Cefalo, pues, pone a su propio0 carácter, como esencial componente de su virtud anciana.
Sócrates, que escribe en primera persona, le hace ver que el resto de la gente verá otra cosa: verán que soporta su vejez facilmente ni por su carácter sino por su fortuna, que la riqueza da mucho consuelo. Aquí, creo yo, se produce un punto de inflexión en la cordial entrevista: tal vez a Cefalo no le guste que surja ese tema, ya que se tiene por hombre virtuoso y de buen carácter, acomodado a una vejez sencilla. ¿A que sacar la fortuna? Bien es cierto que ayuda, dice, pero un rico puede ser desabrido y malcarado igual que un pobre. Insiste pues en la bondad de un carácter acomodado a la circunstancia.
Sócrates sigue preguntando: ¿y de donde procede tu fortuna? ¿La has hecho? ¿La has heredado? Cefalo, explica, la recibió de su padre que se la pasó habiendo mermado considerablemente la recibida del abuelo. El mismo Cefalo volvió a situarla en los niveles iniciales. Dice que su contento está dejarla a sus herederos no disminuida, sino un poco0 mayor de lo que la recibió.
Sócrates le hace ver que le parece Cefalo hombre que no tiene excesivo amor a la riqueza y eso le hace pensar que la fortuna no la consiguió él, ya que los que la consiguen por si mismos muestran mucho mayor apego a su fortuna. Probablemente Cefalo vuelve asentir de agrado con el filósofo, pues se siente halagado. "Dices verdad" contesta lacónico, dando pié a que Sócrates siga lógicamente. ¿Cual es la ventaja que se saca de tener una gran fortuna? Para evitar el miedo sobrecogedor al Hades, dice Cefalo, todo se resume en no dejar deudas, no haber no tener conciencia de ninguna injusticia ni dejar sacrificios pendientes a ningún dios. Con ello, se parte tranquilo y calmado sin miedo.
Dices verdad, le dice Sócrates, y encauza la conversación a dudar que la justicia consista solamente en decir la verdad o en devolver a cada uno aquello que de él se ha recibido. Cefalo se levanta precipitadamente y sale de la estancia "os hago entrega de la conversación", dice, alegando que el sacrificio le llama. Sucede un hecho imprevisto tal vez, un detalle que parece no tener importancia y que no alcanzo a comprender, salvo tratando de entender que Polemarco, hijo de Cefalo, no ha gustado de la charla por el conocimiento que tiene de su padre. ¿Que ha pasado si esto fuera cierto? ¿Que ha molestado a Cefalo? Tal vez que tras presumir de anciano de carácter sereno, ha recibido de Sócrates, melosamente, una descripción de él que no coincide: hombre rico, que no ha tenido que esforzarse demasiado para alcanzar su fortuna, generoso y de buen carácter, tiene una vejez más plácida que los otros. Al principio de la conversación, en el mismo principio, Sócrates le ha dicho a Cefalo que le gusta informarse de la experiencia de quienes han recorrido el camino por el que los otros han de pasar.
Obviamente no es el mismo camino y tal vez Cefalo no ha comprendido la crítica hasta el final, cuando abruptamente decide salir de la sala. Claro que puede no ser así, pero Polemarco, que ha asistido en silencio, le hace una pregunta que muestra, además´ de contento, preocupación. Le dice: "según eso, soy tu heredero? "En un todo" contesta riendo Cefalo, y sale.
¿Porqué la pregunta? ¿Era habitual? No lo se, pero recuerdo ahora a la Apología y a Sócrates diciendo que se ha acercado a muchos hombres sabios solamente para descubrir al preguntarle, que no sabían nada; y que por ello se ha ganado su odio.
¿Se molestó Cefalo? ¿Tenía intención de molestar Sócrates? ¿Le llegó a preocupar la herencia propia a Polemarco?
No tengo ni la menor idea. Se, que llevado por su lógica, Sócrates trazó el camino de su muerte y a veces pienso que todos deberíamos haber asistido a ese diálogo final. De alguna, pienso, cada día asistimos a la muerte de alguna lógica, que tozuda nace de nuevo al poco.

6 comentarios:

  1. Te agradezco muy sinceramente el placer que me ha proporcionado tu comentario. Además tus sospechas tienen mucho que ver con las mías.

    1) En primer lugar porque Sócrates es retenido de manera muy curiosa. La primera palabra del diálogo (y en los textos antiguos la primera palabra es siempre significativa) es "kateben". Una "katábasis" es un descenso, lo contrario de una "anábasis". Pero es cuando Sócrates inicia la "anábasis" cuando es retenido.

    2) Céfalo es complejo y su retirada, sin que nadie lo retenga es digna de ser pensada. Cicerón no entendió nada.

    3) Céfalo defiende los lugares comunes de la beatería ética. Pero él mismo no es ético, puesto que no puede dar cuenta cabal de su saber.

    4) La conciencia de esto nos obliga a releer el libro primero de la República con otra mirada. A Platón hay que estar siempre releyéndolo.

    5) Hay un hecho curioso en este diálogo y pocas veces resaltado. Los lectores directos de Platón, aquellos que leyeron por primera vez la República, sabían que Céfalo murió poco después de este encuentro y que sus hijos mayores fueron asesinados por los Treinta Tiranos. Sólo el hijo pequeño de Céfalo, Lisias, que a lo largo de todo el diálogo permanece en silencio, sobrevivirá a la tragedia ateniense y alcanzara fama como orador.

    Este ejercicio de desentrañar un texto, de sacar a relucir lo que en una primera lectura no es obvio, es, creo yo, Luis, una actividad apasionante. Quizás para disfrutar de ella uno tenga que estar ya un poco de vuelta de novedades de últímisa hora.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Luri, es que yo creo que todos advierten que Céfalo está enfadado, porque ha sido rebatido en todo pese a que pueda parecer lo contrario. Y su hijo teme por su enfado y las consecuencias. Por eso lo ligo a la Apologia: en esa pregunta sobre la sabiduria de los demás Sócrates se ganó muchos enemigos.

    ResponderEliminar
  4. Sí, tienes razón en leer este texto desde la Apología.

    A mi parecer toda la interpretación de Sócrates pende de la que hagamos de sus últimas palabras en la Apología: "Ya ha llegado la hora de partir, yo hacia la muerte, vosotros hacia la vida. ¿Qué camino es mejor, el vuestro o el mío? La respuesta es dudosa para todos, excepto para la divinidad."

    ResponderEliminar