viernes, enero 05, 2007

Un paseo por la historia y la muerte

Mientras la figura solitaria que es la de mi hija deambula por la nave lateral de la catedral de Segovia, viene a mi pensamiento la manera en que empezó este encuentro en el aeropuerto de Barajas, el día 2 de enero, a las 10,00 de la mañana. Los restos de las terminales D y E, derrumbados por una bomba de extraordinaria potencia sobre dos trabajadores ecuatorianos se veían desde los vanos vacíos de cristales, reventados por la explosión de la enorme y espectacular sala de la T4 y una onda de frío helador entraba por ellos. Los bomberos, tres pisos más abajo, se afanaban buscando los cuerpos de los dos desaparecidos a los que todos, damos por muertos. Mi hijo David llega hasta desde otro destino y ambos tomamos café en la única cafetería que funciona: esperamos a su hermana. Vamos a rencontrarnos como cada año para pasar juntos el día 5 de enero, porque es mi cumpleaños: sesenta y tres años y de ellos cuarenta con la presencia de la banda terrorista en mi vida. Yo conviví con Franco y con Eta. Para David y Ariadna, todo el escenario de su vida ha estado vinculado a los asesinatos de los etarras.
El sonido susurrante de los ecos en la nave de la catedral se antoja el mismo sonido de la terminal del aeropuerto, el mismo silencioso susurrar, el eco magnificado por los altos techos: solamente una megafonía de poca potencia anunciaba de vez en cuando alguna salida o alguna llegada. El ámbito frío en que tomábamos café y charlábamos, David y yo, sin perder ojo a la salida por la puerta número 11 no impedía la tremenda omnipresencia del atentado. Estábamos, literalmente, sobre dos cadáveres sepultados unas plantas más abajo y en el edificio inmediato. De la misma manera, dos días después, caminábamos sobre los cadáveres sepultados de antiguos prohombres de la ciudad de Segovia, enterrados bajo las losas de piedra de su catedral.

Ni una palabra de más: volver a afrontar el hecho de la muerte por el terror, obliga a muchos ciudadanos a buscar explicaciones. Muchos de esos muchos creen formalmente que la única manera de acabar con esta vesania es dialogar y pactar con los asesinos; puede que incluso acusen al gobierno de ser demasiado inflexible. Esta es una opinión que se mantiene a media voz, que se dice con harta mesura y algún que otro miedo a no ser comprendido: si se hubieran acercado los presos a su lugar de origen, al hogar de sus familias, donde tienen el respaldo cálido de aquellos que con su opinión forman el caldo de cultivo del falso heroísmo del terrorista, tal vez esto no hubiera pasado.

Cuando se les manifiesta a quienes sustentan esa opinión que la bomba la han puesto los de ETA, una vez más en Madrid, donde desde que llegué hace veinticinco años he sabido o visto personalmente de explosiones y muertos en demasía, he visto columnas de humo levantarse en el cielo y he tenido que dar rodeos para no pasar por calles cortadas donde la sangre de las víctimas era todavía líquida, contestan que eso es naturalmente cierto, que los criminales son los terroristas, pero con un poco menos de obcecación frente a ellos, tal vez...

Pienso que el terror tiene la guerra medio ganada cuando va conquistando la opinión de los pudorosos que creen que con ellos y con su comprensión y piedad, las cosas no serían como son. Cuando alguien opina que con un poco de comprensión ETA no se vería obligada a actuar de nuevo, como si la práctica del terror fuera una obligación impuesta y no una elección asesina, está cediendo su parcela de libertad en una sociedad que nunca ha sido tan libre y moderna, en términos de modernidad que se basa en los valores del ser humano.


Dos días después de la llegada hacemos turismo, de mañana, por Segovia. Es esta una ciudad hermosa, de las más hermosas de Castilla, que guarda recoletas calles medievales, judería, templos de trazas diversas y variadas y un sabor de Edad Media acomodado dulcemente a los tiempos de hoy. No es una ciudad moderna, y creo que ni siquiera lo intenta. Castilla, me digo, en su empeño por españolizar y españolizarse, acabó agotada y desaparecida en combate y hoy navega por entre un amplio cereal y una industria que podría ser más,. o que debería serlo. Pero en cualquier caso, considero a Segovia ciudad muy bella y su catedral, de las últimas en ser construídas después de que acabara medio derruida en los meses que antecedieron a la batalla de Villalar por enfrentarse los comuneros desde ella a las tropas del rey Carlos en el Alcázar, es grande, en todos los sentidos, en ampulosidad y anchura, en altura, en piedra, en volumen de aire, en señorío. Curiosamente se asentó la nueva fábrica en terrenos de la monarquía o del cabildo tomados de los judíos expulsados. A pocos metros del templo sobrevive, cristianizada pero de inequívoca planta y aire semita, una bella sinagoga que fue.

En la visita nos quedamos paralizados frente al tríptico de Ambrosio Benson, de inspiración italiana con algo de flamenco en su trazo. Los bermellones y granas, sobre azules celestes y cobaltos deslumbran desde la capilla anexa a la obra de Juan de Juni. Durante un buen rato estamos perplejos viendo esa inmensa belleza de un tríptico magníficamente restaurado, cuyo origen es de finales del siglo XV.

A Cristo, muerto, lo descienden de la cruz: a la víctima la bajan al suelo sobre el que caminó, ya desprovista de sangre, con el desmayo en el cuerpo del cadáver que pesa muerto. Pensé en los dos hombres ecuatorianos bajo el inmenso sarcófago de hormigón armado en Barajas: conviene pensar en la víctima, en la casualidad absurda de quien cansado, decide quedarse en el coche en el aparcamiento mientras su novia va a la sala de llegadas para recibir a su madre. El terror se basa en que la víctima es inocente del todo, sin mácula, sin relación: su única culpa es estar allí, y estar viva...

En el Claustro la luz teje encajes en la pared de piedra. En el centro un jardín con cuatro caminos y en su cruce un pozo, una fuente de agua que debe ser fresca, cristalina, saciadora de toda sed: se trata de la redición de los ríos sagrados del "jardín cerrado" de nuestros antiguos, del espacio entre el Tigris y el Eúfrates, hoy maltratado y maldecido, el lugar en que se forjó la leyenda del Edén. Caminamos el claustro comentando de pasada el olor del boj, la carrera de u gato por el tejado, las palomas que vuelan sobre los arbustos, los niños que corren de visita delante de sus padres. Hemos venido a parar a la catedral por causa de un deambular por Segovia, que dista solamente 30 kilómetros del bosque.

El Claustro, comentamos, es el lugar en que la naturaleza reune a hombres y vegetación ríos y piedra, y traza la delicada geometría de un lugar imaginario que acaba por ser real, tanto es el deseo de gozarlo: el lugar de la paz. Mi hija, cuando hablo de la religiosidad que hasta un ateo puede sentir me corrige: es recogimiento, me dice. Está bien, será. Este gótico tardío ha alcanzado la expresión justa en que la piedra se manifiesta más carnal que nunca, más llena de músculo y nervio, más frágil y recia al tiempo, más humana porque parece fragmento de cuerpo, de brazos que se alzan, la fe de los tiempos pasados que imploraba...

Al salir está el sol, la animación de calles que no han sido tomadas por lo moderno. Las ciudades tienen su dimensión justa, la medida de su gente, de su miedo y de su deambular. Sinagoga minúscula, ahora iglesia, y catedral, distan pocos metros y en medio la gran plaza que el día de nuestra visita tiene montado mercadillo de frutas, verduras, cosas de limpieza y ropas, zapatos, calzado deportivo, pucheros, platos, sartenes, vasos... Todo lo que es un mercadillo, que es lo que fue el mercado o la feria en los tiempos perdidos.

David me cuenta sobre la dificultad de moldear en autoclave para obtener planchas de enorme resistencia y le escucho con interés mientras contemplo la figura de Ariadna que unos pasos delante va dejando su mirada deslizarse entre la mercancía expuesta en los puestos. ¿Quereis que tomemos algo antes de volver a casa a comer? les pregunto. No están muy interesados en ello, y volvemos al coche.

Al llegar a casa, en el telediario, me entero de que han encontrado a uno de los dos dos ecuatorianos que vinieron a España a ganarse la muerte con el sudor y esfuerzo de su trabajo, encerrado en su coche en el que se había quedado a dormir, envuelto en una manta.


12 comentarios:

  1. En primer lugar, felicidades.

    En segundo lugar una historia: Érase una vez un matón de pueblo que amparándose en su nulo respeto por las leyes asaltó a una mujer educada que no hacía nada si no estaba de acuerdo con las leyes. Tras meter le una buena paliza, sacó un cuchillo y se lo apuntó a su víctima en el cuello.
    - Bueno -dijo el matón- negociemos. ¿Qué estás dispuesto a darme para que te retire el cuchillo?
    La víctima, perpleja respondió que, efectivamente, estaba dispuesta a negociar, pero que antes debía demostrarle su inequívoca voluntad de no volver a usar el cuchillo.
    - ¡Eso es maximalismo! -dijo el matón- Y le cortó la yugular.
    Al día siguiente se oyeron voces lamentando la falta de capacidad negociadora de la difunta.

    Un abrazo.

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  2. Muchas gracias, Luri por tu felicitación.
    En segundo lugar: de eso se trata. Parece que lo más fácil sea equivocar el juicio. Nos embarga la piedad por los malos y la irritación por los buenos.

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  3. Terrible apólogo, el que ha pergeñado Luri. Saludos en estos tiempos de oscuridad.

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  4. Terrible, Joaquín. Y es el que nos toca vivir. Muchos saludos.

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  5. Magnífico, Luis. Incluso tus palabras acerca de Segovia; también a mi me parece una ciudad bellísima y humana.
    Durante muchos años, todos los viernes, depués del trabajo, iba a comer a casa de mi padre. A las cuatro de la tarde, solía estar ya en Hipercor, haciendo la compra de la semana. Excepto, aquel viernes, que me encontraba algo pachucha y decidí demorarme haciendo la siesta. Me despertaron los gritos de mi padre, que, al ver el desastre por televisión (él siempre cabeceaba en el sofá), me imaginó por unos segundos dentro del infierno.
    Un amigo de mi hermana, tuvo peor suerte. Murió en Hipercor.

    Lola

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  6. Gracias, Lola. Esas sensaciones como las que narras o las que yo he vivido desde que llegué a vivir a Madrid, son las que me hicieron comprender la mirada de Hanna Arendt con respecto al papel casual y terrible de la víctima.

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  7. Me dejas en silencio como suele ser tu costumbre.
    Solo agrego que acabo de ver en la tv un programa de Segovia y me enamoré de inmediato.

    Beso

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  8. Clarice: Segovia es una ciudad bellísima, de corte medieval y muy viva. Si tuviera que compararla a alguna ciudad te diría que en continente, que no en contenido, podría ser una Florencia. Le falta el continente que es otro, importante, pero otro a falta de MIguel Angel, claro.

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  9. Felicidades!!!

    Me apunto un viaje a Segovia.

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  10. Red Sonja: no dejes de avisarme cuando vengas por aquí. No hay mejor guía para cualquier ciudad que un exilado de otra, más si este es mediterráneo.

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  11. Me asomo sólo para manifestar el placer que he sentido al leerte, sólo comparable con las ganas de estar allá en Segovia, disfrutando de esa magnífica sinfonía de sensaciones.

    Un saludo

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  12. Gracias Ch... por tu comentario. Me alegra que te resulte placentero leer algo de lo que escribo. Un saludo.

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