sábado, enero 27, 2007

Reflexión desde dentro


Una especie de enorme catarro de nariz y garganta me lleva a mal traer; estornudo en sonoras y violentas series de ocho o diez sacudidas seguidas, me duele la garganta hasta el paladar y pican las mucosas de la nariz; consumo cantidades enormes de pañuelos de papel, de gotas para respirar y de vitamina C; como no tengo fiebre no debo preocuparme, según me dicen, pero la molestia es enorme, y el desasosiego. Fuera el termómetro marca -14º, en la ventana de la cocina, lo que quiere decir que en la puerta del invernadero, que está en el jardín, abierto a los cuatro vientos, debe marcar -17º. La nieve ha empezado a helarse y a la hora en que escribo esto, las 7,30 AM, el exterior es un inmóvil pedazo del infierno helado en el que la oscuridad refleja la palidez de la nieve como un todo. El confort del tiempo en que vivimos hace que la temperatura dentro de casa sea de 22º.


Ortega escribía hace años "Todo mirado desde dentro de si mismo es yo" y años después "soy la ejecución de mi acto". No soy un lector formado de filosofía, sino un aficionado a tratar de entender desde mi "dentro de mi" el sentido de las cosas para "mi". Ya escribí no hace demasiados días que el "nosotros" multitudinario no es pronombre que me apasione. Si repaso mi biografía llego facilmente a la conclusión de mi individualidad singular y tozuda, apasionada también, afirmación al mismo tiempo de mi solidaridad para con los demás cuando lo creo necesario, pero nunca de mi fusión gregaria, así creo que es.
Claro está que creo que todos, uno por uno, pensarán de manera singular. Cuando escribo "todos" no puedo evitar un cierto uso despectivo de la palabra. Aplicada a los componentes de conjuntos reconocibles no despierta mi hostilidad, pero en uso coloquial, dentro del pequeño grupo de personas que comentan la actualidad desde la radio, la televisión o la prensa, si la despierta. Cuando oigo "estamos ante un hecho de tal o cual naturaleza" yo, automáticamente debo singularizar el sentido de las palabras y preguntarme si yo lo estoy: si es así, debo tratar de entender de que se trata desde mi punto de vista.

Yo y "el otro" somos dos en diálogo o enfrentamiento silencioso; nos conocemos cuando es conveniente, cuando uno de los dos se evidencia ante su opositor, su otro, y en esa evidencia es singularizado y adquiere perfil, rasgos, carácter, risa y voz, silencio y amenaza.

Viene esto a cuento de la polémica que ha suscitado la decisión judicial que se acaba de aplicar a un hombre que cumple sentencia de 1400 años de cárcel por el asesinato de veintitantos ciudadanos en Madrid, en actos terroristas, y del que descubrí sorprendido y en cierta forma escandalizado, que con los beneficios aplicables por el sistema penal español, debería abandonar su prisión y recuperar su libertad de acción al cabo de dieciocho años de cumplimiento de condena. Este hombre capitaneó el llamado "comando Madrid". Recuerdo una mañana que me dirigía en coche al trabajo escuchando en la radio la noticia de una explosión con víctimas mortales y, repentinamente, oí por el altavoz otra explosión enorme al tiempo que veía, en el horizonte de la calle por la que circulaba mi coche, una humareda que ascendía al cielo: otra explosión, la segunda en pocos minutos, de nuevo víctimas mortales. Me sobrecogí. Adquirí en esos tiempos el convencimiento de ser yo un rehén del terror, y de que mi vida dependía de la casualidad y de la aplicación a esa evidencia del cálculo de probabilidades: lo normal iba a ser siempre que nada me sucediera, pero lo anormal, ser víctima, era una probabilidad que tenía mi nombre y apellidos escrito en su etiqueta, lejana si se quiere, probabilidad improbable si se quiere, pero al fin y al cabo, probabilidad.

Este hombre condenado a 1400 años de cárcel, escribió desde su prisión unos artículos en un periódico de su tendencia (hay periódicos que defienden la causa y las personas de los terroristas, y debe ser así por cuanto esta es la libertad que nos compete) en los que amenazaba con la muerte a determinadas personas que servían al estado de derecho. También, esto se hizo público y nunca se desmintió, celebró con champán el asesinato de un matrimonio sevillano que eran lógicamente sus enemigos; este hombre es un desalmado, creo yo. Le veo en imágenes de sus juicios y veo a un hombre de planta, cerca de la cincuentena, con un acusado rictus despreciativa en su cara. Sus labios, me llamó la atención este hecho, dibujan de manera permanente una curva con los extremos hacia abajo, que es el dibujo natural del desprecio por el otro. Pues bien, cuando el estado descubrió que en 18 años cumplía su condena y salía a la calle y volvía a su casa en loor de multitudes, le aplicó una condena suplementaria de 12 años por amenazas y pertenencia a banda armada, ya que en sus artículos se seguía declarando como militante de ETA, y eso es delito. Bien o mal, se hizo y a mi no me compite juzgar sobre el acierto o no de esta medida de condena, de la que no me cabe la menor duda que viene a equilibrar la terrible evidencia de que un hombre que mata a veinticinco personas cumple solamente dieciocho años de cárcel. Me parece poco, pero no soy experto en leyes: me parece poco y a priori no siento piedad alguna por él.

Pero he aquí que este hombre decide ponerse en huelga de hambre para obtener del tribunal su libertad. Juzga que se ha injusto con él, que los tribunales han actuado en su contra con vesania, y afirma con su acto que si no obtiene la libertad, morirá por su propia mano, es decir, dejando de alimentarse. Así lleva casi ochenta días y salta la polémica: unos jueces, a petición del fiscal, tratan de enviarlo a su casa, atenuarle la prisión, dicen, manteniéndole allí vigilado, dato el estado de extrema debilidad que muestra: puede morir. En los últimos dos años. veinticinco presos de Eta en estado de enfermedad grave o terminal, han sido devueltos a sus casa y nada de esto ha generado polémica. Pero en este caso si, porque si unos jueces eran partidarios de proceder de esta manera, otros, escandalizados tal vez, han tocado las campanas a rebato, y en una reunión de todos los jueces a los que el caso compete, han decidido mantenerlo en el hospital penitenciario. ¿Porqué? Porque no se trata de una enfermedad ajena a la voluntad del preso, sino de un estado de debilidad y gravedad, producido por él mismo para torcer las decisiones anteriores de la justicia con respecto a su persona.

A todo esto le doy vueltas, lo pienso por todos los lados posibles y me examino a mi mismo, en este invierno frío y ciertamente inhóspito, que repentinamente nos ha llegado. Amanece y veo los árboles de la linde del bosque como vigilantes hostiles, cargados de su armadura de hielo, cerrando el paso a la mirada. Estoy solo en mi mesa de trabajo y amanece y trato de tomar posición por mi mismo, sin atender a las diferentes llamadas que desde uno u otro lado, tratan de fomentar la opinión de los grupos según sus simpatías se canalicen hacia uno u otro partido . Reconozco que hace algunos años que me escandaliza el impudor de la clase política, que no duda en posicionarse ética y moralmente de acuerdo con su posición política, que no siempre es la ideológica.
Hace años, una noche aciaga, sentí piedad por un muchacho al que ETA había secuestrado y sobre el que dictó una condena a muerte en 48 horas. El estado podía evitarla, cediendo a la pretensión de acercar en ese corto plazo de tiempo, a todos los presos de ETA a penales de sus provincias de origen. Se sabía que el estado no cedería y se esperaba que todo terminara en un susto. La gente se lanzó a la calle y en las ventanas se colocaron pequeñas velas de cera, encendidas, en una muda suplica a los captores. El muchacho fue asesinado al cumplirse el plazo. Piedad e impotencia me asaltaron, a mi y a todos, a todos los "yo" que asistieron aterrorizados al acto del asesinato.
Ahora, cuando parece que el terrorista al que me vengo refiriendo está, realmente grave y se piensa que puede morir, me miro dentro y no siento piedad alguna. Me digo que ha escogido el camino del chantaje, pero que en realidad lo que está practicando es una a modo de eutanasia. Pienso que él cuenta con que todos los "yo" se posicionen en un movimiento de crítica a los jueces o de piedad por él: pero no siento la menor piedad. Nunca celebraré la muerte de nadie con champán, tampoco la suya, pero no siento piedad por él. Me doy cuenta de que me es indiferente que viva o muera, porque es su elección. Comprendo que soy su enemigo, así lo ha decidido desde el día en que mató a su primera víctima y me colocó en situación de rehén; comprendo ahora también algo más profundo: no se trata de que yo sea su enemigo, se trata de que él es mi enemigo. Yo y el otro. Me desentiendo de su circunstancia como me desentiendo de su acto y en realidad no me importa que muera por su propia mano.
¿Porqué escribo en el bosque este artículo? Recuerdo a Ortega: "soy la ejecución de mi acto" y decido no dejarme llevar por los estados de opinión, sino anclarme en mi reflexión y ser "la ejecución de mi acto". Y me viene a la cabeza una frase de Nietzsche citado por Ortega: "es muy fácil pensar las cosas, pero es difícil serlas" Acaba de salir el sol y me siento satisfecho comigo aunque el catarro promete amargarme el día.


6 comentarios:

  1. Yo no derramaré ni una lágrima si este hombre decide suicidarse. Tampoco derramaría ninguna si todos los miembros de ETA deciden suicidarse colectivamente a lo bonzo en un aquelarre nacionalista.
    Me consta que muchos de los excompañeros, incluso excompañeros de cárceles de este tipo, tampoco.
    Pero además de mi sentimiento personal, lleno de rabia contra un tipo que pidió mariscos para celebrar un asesinado de ETA, está la cuestión de la justicia. Y se supone que la justicia está para liberarnos a los ciudadanos enardecidos de la responsabilidad de tomar una decisión en caliente.
    Y la justicia ha decidido con claridad.
    Allá cada cual con su conciencia. La mía no tiene aquí la más mínima carga.
    Muy buen post, Luis.

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  2. Pues de eso se trata, Luri. de contestar a la falsa piedad colectiva con la voz de la conciencia de cada uno, asumiendo la posición despiadada (carente de piedad) sin complejos.

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  3. Me ha parecido muy buen post, que más de uno quisiera haber escrito por la claridad con que expones tu pensamiento. Es que lo farragoso abunda ya en demasía. Creo que la opinión propia es lo más importante en este y en tantos asuntos de actualidad. Como el resfriado de cada uno, que sufrimos con este tiempo "tan bonito", personal e intrasferible.

    Un saludo.

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  4. Muxica, Meritsell: os agradezco la presencia y vuestras palabras.

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  5. ETA necesita mártires y este hombre está dispuesto a inmolarse por la causa.

    Muy buena reflexión Luis y crepo contigo al 100%.

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