viernes, enero 19, 2007

La última pregunta

Desde cualquier punto de vista, la pregunta no tiene respuesta. Es así, lo he descubierto esta tarde mirando el infinito, a la hora de la siesta, con el ojo perdido en la cumbre de Cabeza Líjar, pensando en mi futuro, que es lo mismo que pensar en mi proyecto de vida restante. Repentinamente estaba viendo un hombre en blanco y negro que movía una piedra de color claro, dentro de una cueva oscura, o sería una estancia, oscura si, desde luego; he abierto los ojos sorprendido y de nuevo la Cumbre de Cabeza Líjar. Cerca sonaba un televisor, monótono sonido de voz y palabras a las que sin prestarle atención, son silencio. Vueltos los ojos a medio cerrarse, de nuevo el hombre arrastraba rodando la piedra, o era una masa pesada ahora y se vislumbraba una mesa; medio consciente todavía he decidido no adentrarme en la ensoñación y me he quedado prendado de Cabeza Líjar. El hombre y su pesada tarea se han quedado en algún lugar, no se si haciendo lo mismo o simplemente se han disuelto.

Mirando la cumbre me ha dado por pensar si no será el inicio del sueño, su punto de partida, una imagen que se forma por el remolino que forma una imagen que se nos ha quedado en la retina, una mezcla de colores en círculo que adoptan una disposición diferente a la inicial y acaban sugiriéndonos una figura diferente a la que teníamos presente. Adormecerse es fácil, y entrar en el territorio de los sueños tan fácil como lo otro. Luego, agitados o calmos nos movemos por un sueño que nos mece con zalamerías o por el contrario nos angustia. ¿Porqué esa angustia? ¿Reconocemos el miedo? ¿Sale el miedo al territorio del sueño y se reconoce en él? ¿Cuales son las plantillas que al ser reconocidas agitan el ánimo?

Cualquier especialista tendría respuestas para estas preguntas tan simples y yo me sentiré avergonzado por mi ignorancia, pero no tengo un especialista en la familia o entre el círculo íntimo que me pueda explicar quien es el hombre que en una estancia a modo de cueva mueve una piedra de color claro, con esfuerzo. ¿Un azar neuronal? Supongo que se trata de eso, de una casualidad que hace que una mancha en la pared me parezca un tiburón o los ojos de un ángel sobre volando el universo. Las manchas son, según les de la luz, magníficas evocaciones de cosas que llevamos dentro y que al verlos coinciden con la imagen. Supongo que funciona de una manera natu5ral: situados tres o cuatro puntos en una situación reconocible de figura con significado, ojos, orificio de la nariz, un a modo de boca, lo sencillo es reconocer a una persona y después a la persona. Como en aquellas estampitas que nos daban los curas y las monjas a los niños de mi generación: una mancha oscura y sobre ella tres o cuatro más pequeñas blancas; si miras fijamente esta imagen durante treinta segundos y después cierras los ojos verás a Santa Teresa: nunca lo conseguí. Ahora si, veo a un hombre empujando una masa pesada, como una piedra.

Debo volver al inicio del artículo, a la primera línea de lo que he escrito. Desde cualquier punto de vista, la pregunta no tiene respuesta. Me horroriza pensar en un yo que contenga todas las respuestas, hasta la última. Ni una sola incógnita, un yo que lo sabe todo de todo cuanto se le antoje preguntar, sabrá quien es el hombre que empuja la piedra o comprenderá el mecanismo por el cual ese hombre no es nada, tampoco la piedra. Como en un juego de sobremesa, ese yo mire hacia donde mire ni siquiera se hará preguntas sino que tendrá una respuesta inmediata para que cualquier cosa que le pueda sorprender. Mi enunciado principal no tendrá razón de ser y la pregunta siempre tendrá respuesta.

Imagino que es es el proyecto del hombre curioso, es decir: del hombre. Dame respuestas y moveré al mundo: el conocimiento es el camino de la virtud, más aún, la palanca para el cambio que no es otra cosa que la eterna insatisfacción que nos conmueve: el cambio es un lugar inexistente al que nos conducen las repuestas parciales que nunca alcanzan a darnos la totalidad de la solución. De ahí cambiar, para salir, para huir, por ignorancia. No se trata de que no lo sabemos todo, se trata de que en realidad no sabemos que es lo que no sabemos y eso nos hace un lío tremendo.

Desechado ese yo que lo sabe todo, esa imagen de un Dios Humano que para saber debe mirar y concentrar la atención en algo para localizar la ficha neuronal y hacerse cargo de ella en conciencia, por imposible, nos queda el hombre que no sabe que es lo que no sabe, y por eso se limita a picotear en la ignorancia con preguntas al buen tun tun. Las respuestas llegan de donde deben llegar, de los otros y por esa razón, carecen de valor. Son inmediatas y por esa razón cabe desconfiar. Son rotundas y por esa razón se necesita dudar. El hombre que soy, el hombre que somos, porque pluralizando me introduzco en el caudal humano al que nos arroja la estadística, se pregunta siempre por lo que no sabe queriendo saberlo, y siempre alcanza una posición de conocimiento, tal vez no completo, tal vez no rotundo, pero siempre un paso más allá de la posición anterior. Y cuando en ella está descubre, y aquí llegamos al bosque, que es lo mismo, que en esta cota alcanzada la vista es otra cuesta, otra vuelta del camino, otra masa de pinar que esconde a la vista el lugar deseado.

Desde cualquier punto de vista, la pregunta no tiene respuesta. ¿Que pregunta? La última, pienso, siempre deberá quedar una pregunta cuyo conocimiento cerraría la clave que debería aportarnos la virtud completa, pero siempre quedará, porque de la última pregunta nace la siguiente. Es inevitable. ¿Está el hombre que mueve la piedra con aspecto de masa haciendo la pregunta? ¿Es Sísifo? ¿Soy yo? ¿Es un juego de colores, de luces y sombras? ¿Sigue ahí? ¿Quien eres? ¿Donde estás?

8 comentarios:

  1. Sean cuales sean las causas fisiológicas de nuestros estados de ánimo, lo cierto es que nos encontramos en ellos sin buscarlos. Nuestra conciencia está en ellos, en lugar de ser creados a su antojo por nuestra conciencia. Lo cual deja a la voluntad en una situación curiosa.

    Sobre las preguntas:Posiblemente nunca creyó el hombre estar más cerca de la verdad que en la Alejandría helenística. El sistema aristotélico explicaba el cosmos con precisión y sólo hacía falta ajustar los detalles. Hoy hemos acumulado ciencia suficiente como para sospechar que nunca dispondremos de una respuesta sobre el todo que nos diga a la vez cómo es ese Todo y cómo debemos actuar.
    De ahí que Sócrates, que sabe que no sabe, sea hoy más contemporáneo que Aristóteles.

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  2. Y una cita de Leo Strauss respecto a la relevancia de la pregunta: “Pero aquello que a primera vista parece puramente negativo no lo es más que en la medida en que toda liberación, siendo no solamente una liberación en vista de algo, sino también una liberación con respecto a algo, contiene un elemento negativo”.

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  3. Siempre hay una pregunta más a hacer, un vacío más que llenar y, afortunadamente, nunca llegaremos al final, pienso.

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  4. Creo que en la búsqueda de respuestas para las preguntas - cada cual las suyas - hay un estímulo para vivir. Se me antoja que saber todo, comprender todo puede concluir en un estado de placidez, sí, pero si ya no queda una curva con un bosque, ¿qué necesidad habría de andar?.
    En cuanto a la visión de Santa Teresa, es que había que pegar la nariz al papel... Besos, querido luis.

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  5. Esa es la cuetión, Isabel. Renunciar a saberlo todo por imposible y porque el intento es vano y absurdo. Las preguntas son como las cerezas...

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  6. Luis te pido permiso para copiar este post... en una lectura que te he hecho... espero un rato a ver si estás por aquí... te lo dejo.. pero que sepas que si por mi fuera... te votaría como el Mejor Blog Personal...

    Lo grabé hace un par de horas pero sólo lo estoy escuchando ahora...


    Ha sido mágico lo que sentí. La lectura no es una lectura exterior... quiero decir...

    Gracias.
    Besos al círculo íntimo...

    http://odeo.com/audio/6678483/view

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  7. Kasandra: tienen todos los poermisos que quieras, claro. Y me alegra mucho, mejor, me gusta mucho que te sea útil la lectura. Nada es "lo mejor" Kasandra, nunca.

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