viernes, diciembre 01, 2006

Otra tontería sobre el Tú

Si escribir sobre el yo es difícil sino se hace de una manera ligera y obstinadamente torpe, escribir sobre el Tú resulta casi inconcebible, porque no hay en el Tú nada que no sea apreciación desde el Yo, y por lo tanto lejana y confusa.
Hay dos momentos literarios que me son particularmente obsesivos, es decir, no me abandonan, están en mi, dentro, y vuelven a menudo no se si en busca de valoración o de respuestas. El primero es un verso de Juan de la Cruz, un verso menudo como él, una pregunta que yo, deconstruyendo, saco del contexto y me pongo delante de los ojos de tal manera que al leerla la oigo sonar en la caverna de mis pensamientos: "¿Quien eres tú que mi amistad procuras?". La pregunta, de tan cabal y directa, aventura una respuesta difícil, probablemente plagada de silencios y de inseguridades. ¿Quien puede contestar a ella con sencillez y ahorro de palabras? Toda presentación requiere un copnocimiento de uno mismo, desde la simple identidad hasta la motivación que dictan las necesidades o las emociones. La pregunta tiene una respuesta que por prabable es imposible: ¿Quien eres tú? "Soy Yo" Presupone soberbia o conocimiento del conocimiento que sobre uno tiene el que pregunta, y eso entraña cierta familiaridad, lo que quiere decir ya un cierto acceso.
El otro momento literario está en Shakespeare y sucede, cuando el Príncipe Hal es coronado rey y a él se acerca el gordo, corrupto y travieso Falstaff llamándole delante de toda la corte "mi niño" El nuevo rey que se arrepiente de su pasada vida llena de disolución le contesta poniendo al viejo compañero de aventuras y tropelías en su nuevo paisaje, lejano, distante, culpable y con posibilidad de redención, pero lejano. "No te conozco, anciano" le dice. Recuerdo la escena cinematográfica en aquella magnífica versión cinematográfica que dirigió en España Orson Welles: el primer plano de Hal, coronado, con una enorme franqueza a la vez que piedad en sus ojos jóvenes y cargados ahora con la nueva preocupación de la dignidad real, patentiza la tragedia de una relación que acaba de morir: las palabras lo sentencian. ¿Y que puede decir aquel a quien se le niega el conocimiento del tú, aquel que de repente queda borrado de un paisaje ajeno y sin embargo propio y entrañable, el que de repente huérfano se queda solo y miserable, condenado.
Si no tengo claro que es el Yo, de tal manera que en vez de sentir el Yo en mi mismo, en mi ensimismamiento, debo escribir palabras para explicármelo, palabras que son una forma de sentir en la distancia, ¿cómo puedo saber que es el Tú? cuando lo que si se es que siendo un número infinito de posibilidades no es sino otro ante mi, un reflejo enfrente, alguien a quien se conoce por los deseos propios o por la información que de si nos ha dado o que hemos tomado de él, fraccionada, fragmentos de bondad, de simpatía, de belleza o fealdad.
Ningún Tú está en mi Yo; no se puede convocar a tal intimidad sino es por causa de pasiones que borran la razón y desatan pasiones, se trate de amor o de odio, que poco importa el sentido para sentir la emoción de la cercanía. Solamente la pasión funde el Yo con el Tú hasta alcanzar un nivel de intimidad en que el uno y el otro se anudan en una carne propia. Odiar es conocer al otro tomando de él su yo y penetrándolo hacerlo de uno mismo. Igualmente el amor. Ante cualquier tú cabe mostrarse indiferente mientras se empieza a adherir a él colgajos de información deshilvanada, a veces procedentes del mismo prejuicio. El tú que pertenece a las categorías malditas, o a la naturaleza de los ángeles, el maldito por la fealdad o purificado por la belleza, el tú terrible del asesino o el tú de la cara que exhibe con su miseria su dolor y sufrimiento.
No hay forma de conocer al Tú que nos contempla hasta que se consigue que forme parte del Yo que le solicita; es nuestra adherencia ese Tú, compañera, amiga si se quiere o cargada de rencor, nunca indiferente a la propia esencialidad de quien es y se siente Yo. Cada vez que se quiere comprender al que es Tú se debe proceder a desidentificarlo como tal e introducirlo en el Yo; ese conocimiento le alimenta y crece de manera tal que conocer es devorar una parte del otro para enriquecer la propia materia: un juego caníbal, si se quiere.
Porque queda un terrible enigma: ese Tú que contemplo y a quien pregunto por quien es ¿sabe apreciar la diferencia entre ser para mí, Tú y para el Yo?

14 comentarios:

  1. A mí, en cambio, el pronombre que me parece más problemático es "nosotros". El tú es un límite mucho más nítido. Se sabe que algo es un "tú" porque es capaz de devolverte el golpe.

    Y sin embargo el "Nosotros" está siempre antes del yo y del tú, envolviéndolo siempre: en la comunidad, la familia, la nación, la comitiva, la cuadrilla.

    "No hay forma de conocer al Tú que nos contempla hasta que se consigue que forme parte del Yo que le solicita": se llama empatía, que puede evolucionar hacia simpatía, una cualidad distintiva de los homínidos, pero edificada sobre un contagio emocional genérico entre todos los mamíferos.

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  2. (...) de ahí a las alturas de san Juan de la Cruz. Pero ya se sabe que la teología es, en el fondo, etología.

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  3. Así es, Eduardo, todavía no hé llegado al nosotros. Antes pasaría por las extrañas complicidades que se resumen en el uso del pronombre "el"
    Tienes razón en tu último párrafo, no he caído en que se trata de la empatía.

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  4. Primero parece darse la esfera de la copertenencia que, posiblemente es anterior a la conciencia del yo.
    En este sentido quizás el primer tú sea el rostro de la madre. De ahí que todos los tus subsiguientes estén destinados a frustrarnos. Y quizás es la diálectia entre la esperanza que nos ofrece la presencia-promesa del tú y la frustración subsiguiente (más o menos inmediata, más o menos lejana) la que va marcando las fronteras de esa obra en permanmente construcción que es el yo.
    ¿Cuantos tús cayeron en la indiferencia del él?
    ¿Conocéis la filosofía de Levinas?

    Una cosa más: el yo y el tú son, como el tiempo: fáciles de comprender.... siempre que no pienses en ellos.

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  5. Luri, no conozco a Levinas, pero me pongo a enterarme un poco. En cuanto a tú último párrafo es exactamente lo que me pasa cuando me pongo a escribir. Se abre un territorio enorme.

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  6. Levinas elaboró una filosofía muy intensa sobre la deuda impagable que tenemos contraída con el otro. Es una lectura un poco áspera, muy intensa, pero vivificante, como el aire de tu bosque en pleno invierno. Y, como él, no apta para espíritus pusilánimes. Sí, definitivamente, te recomiendo a Levinas.

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  7. Excelente reflexión sobre la segunda persona del singular. Sobre todo, me quedo con tu idea de que sólo el amor puede fusionar el Tú y el Yo, hasta darnos el verdadero conocimiento del "otro".
    Espero el análisis del resto de pronombres!

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  8. ¿Tengo problemas serios con el Firefox, o más bien para mi desgracia ha desaparecido el otro
    blog?

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  9. ¿Cual es el otro blog? He eliminado uno pero no tenía accesos abiertos. Y he eliminado "Versos, versus, versos" que estaba inerte desde hace meses. ¿De cual me hablas si es que se trata de estos dos?

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  10. Piescecitos: enseguida empezaré con "él". Gracias por tu lectura.

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  11. Me refería a "Versos, versus, versos", a veces lo inerte es lo más próximo a lo inmortal. Muchas gracias por la contestación, que no
    por la eliminación, obviamente.

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  12. Careriro: tuve un problema de accesos al convertila a "beta" y volveré a crear el bloger, cuya única misión es guardar mi corta producción de versos.

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  13. Gracias de nuevo. Me alegra saber que el blog se encuenra en "barbecho", y que su supresión temporal se debe a cuestiones técnicas. Blogger Beta tiene indudables ventajas, pero también algún inconveniente, como la eliminación de comentarios. Prometo ser más cauteloso en lo sucesivo.

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  14. Depende de la sensibilidad de los matices del Tú. Depende de nuestro punto de ceguera...

    No quiero proseguir. Pero sería interesante de releer y releer y desarrollar :)

    No puedo permitírmelo ahora. Lástima. En mejor ocasión. Reflexiones registradas en la memoria.

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