martes, diciembre 19, 2006

El león de piedra y los otros leones.



El bosque está a 60 kilómetros de Madrid en números redondos y para llegar a ella, tomando cualquiera de las 3 salidas del prado, se puede girar a la izquierda y atravesar San Rafael para tomando la carretera de Segovia desviarse de ella a la derecha y entrar en la Autopista, que atraviesa la montaña por el Túnel, o por el contrario tomar a la derecha directamente y entrar en las primeras cuestas del Puerto de Guadarrama que se corona a 1512 metros en el Alto del León. Este Alto está habitado en la cima por un león de piedra, en actitud sentada, con la cabeza ladeada, en actitud de reposo. Al principio de la guerra civil un grupo de falangistas que procedían de Valladolid quisieron llegar a Madrid y los milicianos que defendían la república se lo impidieron: hubo muertos, más de los primeros que de los segundos, y Franco decidió cambiar el nombre del Puerto pasándolo al plural "de los leones de Castilla" por aquellos muchachos que se quedaron allí sin poder llegar a la capital; naturalmente de los otros "leones", los de la milicia que defendía al gobierno ni palabra ni recuerdo ni memoria. Muerto Franco han reaparecido los carteles con su denominación original de "Alto del León". De hecho, la calle principal de San Rafael conserva los rótulos de esta manera.


El bosque guarda muchos vestigios de la guerra: blocaos, pequeños bunkers, parapetos, trincheras que se han rellenado en parte por el tiempo, pero que siguen siendo cicatrices que se alargan por metros, desaparecen y vuelven a la superficie entre los pinos o en su linde. Los blocaos y parapetos están en lo alto, encima de la Fuente de la Peña Morena, en la Gargantilla yendo hacia Cueva Valiente. Allí pasaron veranos e inviernos chicos que tenían otras cosas más importantes que hacer que no andar por allí, protegiéndose de los balazos de los de enfrente y contestando cuando les parecía. En la indiferencia del espera de un victoria que no llegaba, adornaban los días con un festón de muertos, como si nada. Cuando paseo por arriba y llego a unoa de estas ruinas, lo miro con una extraña sensación, a medias morbosidad a medias extrañeza; me asomo al borde y trato de entender lo que es estar ahí, acercado abruptamente a la muerte por la imaginación de lo que pasó allí. Esa morbosidad que asoma me lleva a revivir un vacío en el estómago y una prevención al paisaje: dudo que aquellos muchachos, fueran del bando que fueran, prestaran atención a la luz gloriosa del celaje y al dibujo preciso de los pinares. En este bosque han muerto muchas cosas para siempre, animales como los lobos y oficios como los gabarreros y el del viejo leñador, y el de loberos, que extinguieron la especie antes de extinguirse ellos. Y murieron muchachos, demasiados muchachos,

Mi amigo P... A... calla, paseando por las calles retiradas de San Rafael, donde le llevo para que vea las viejas casonas de los ministros de antes, de la República y del franquismo y guste, como hago yo, de la exquisita traza de estas casas de veraneo que tienen casi todas, un aire ligero y elegante y un rótulo que viene a denominarlas Villas, un paseo de coches, el pabellón del guardés, un jardín enorme, casi parque, con árboles centenarios que alcanzan los 30 y 40 metros de alto y exhiben poderosas copas que procuran la sombra del verano y el frío umbroso del invierno, cargado de hielos, además de fuentes que ya no manan y senderos que se confunden con la tierra apisonada y las hojas caídas del otoño y dejadas al albur del viento. Ladrillo rojo, mampostería, contraventanas de hierro de color rojo o verde, barandales de hierro fundido, pintados de negro, miradores cubiertos de cristal, verandas abiertas al jardín: otro mundo que se fue; si no hubiera sido por la guerra se hubiera disuelto. Le digo los nombres de los que habitaron algunas de esas casas incluyendo la graduación si la se: aquí vivió o pasó el verano el general Varela, le digo, y él asiente.


Los que somos de mi época, expresión absurda que no uso porque suele alejar del presente a quien la usa, al referirse a una etapa indefinida de la juventud aunque aquí viene a cuento, tenemos nombres oídos como cosa natural a través de la radio, de la prensa, del NO DO y de las revistas gráficas: Aranda, Varela, Mola, Queipo, Cabanellas, Solchaga, Kindelán, que se yo, tenemos muchos nombres de los que desconoceríamos cualquier rastro de identidad si no fuera por el hecho sencillo y abrumador de que fueron los héroes victoriosos en una guerra civil. Algunos de ellos veranearon por estos pagos y se dice que en fincas o casas que compraron por cuatro cuartos o por simple apropiación: cosa de vencedores, ley de la historia.


Mi Amigo P... A... me hace una extraña observación al detenerse frente al rótulo de Alto del León que campea donde la nacional se convierte en calle y atraviesa el pueblo. "¿No era de los Leones?" Le explico, las cosas es mejor explicarlas con detalle: le explico que Felipe VI, un Borbón de poca enjundia y corta historia, hizo construir la carretera que pasa por el Alto y le otorgó a la misma una ley específica de protección del camino, procurando que en él hubiera posada y posta para asegurar el camino a La Coruña, y que por lo mismo estableció cuadrillas de peones que trabajaran en la reparación de desperfectos al tiempo que obligaba a posaderos a disponer de vituallas a precio establecido: un rasgo de modernidad que coronó con el león allá arriba. "Ya, me dice P... A..., pero ahora que todo el mundo le llamaba de los Leones, ¿a que viene cambiarle el nombre?" Es que, le respondo, ese nombre se refiere a una confrontación en la que murió gente y dignifica a unos dejando a los otros en el olvido. "Claro, me dice, si yo lo entiendo, pero ¿a que viene remover esto?" Solamente recupera su viejo nombre, una denominación inocente que satisfacía a todos, le insisto. En este pueblo vive gente que perdió a familiares allí arriba defendiendo a la República. "¿A que viene sacar ahora todo esto?" me vuelve a preguntar" Solo se trata de recuperar un nombre, de respetar a todos, vuelvo a insistir. Yo, le digo, sinceramente prefiero usar el nombre original. Durante doscientos años se ha llamado así... "Ya, claro, pero en los últimos cincuenta ha sido el Puerto de los Leones, fíjate que ya se le quitó lo de los leones de Castilla, ya es bastante". Mira, le dije, ahí arriba hay un león de piedra, uno solo, y si es leona, que no lo se, en doscientos años no ha parido. ¿No crees que es mejor devolver los nombres a las cosas, los nombres iniciales, inocentes, desapasionados? "Puede ser, me dijo pensativo, pero ¿sabes? Empiezan por las calles y acabarán desenterrando a sus muertos..."

Esta conversación fue, con matices que mi memoria no alcanza a recordar, así, en una mañana de invierno de hace dos añosa. La terminamos tomando un caldito caliente en La Posada y hablando de otras cosas que no vienen a cuento. Me dejó mal sabor de boca porque en la postura distante y fría de P... A..., en su reticencia, en sus comentarios distantes eludiendo el tema principal de su argumentación y buscando hatajos para enmascarar la verdad de su pensamiento, adiviné al hombre que había ganado la guerra y le molestaba que los otros le tocaran una solo rótulo de la victoria. Lo que me resultaba absurdo, es que es un hombre diez años más joven que yo, que nací en plena paz de Franco, y lo que me pareció alarmante fué el último pronombre que usó: "sus muertos". Aunque sé que es difícil, deberían ser de todos, a estas alturas.



10 comentarios:

  1. Me gusta recobrar la inocencia... la perdida es más difícil... pero la que cobijamos en algún lugar de nuestra alma...

    Y se asombraría... no todos, casi nadie... pero seguro que alguno siempre miró y contempló...

    Yo a veces voy con mi amiga... de repente, ella conduce y le digo... párate, párate, párate... Ella se para y yo me extasío con algo. ¿No es hermoso? - Le pregunto. Pero ¿el qué? Esas vías... esta luz... nosotras aquí... Desde luego me dice ella: 'No sé lo que ves'

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  2. Claro, eso es lo que asombra, ¿verdad? ¿Cómo puedes no verlo?

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  3. Hola!
    Es muy bueno rscobrar la inocencia já ida.
    Gracias.
    Gusta mucho.
    Hasta siempre.

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  4. Dime lo quwe callas y te diré que piensas. Con frecuencia es así, sobre todo cuando el silencio tiene la forma de un volantazo, una elusión...

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  5. Es que esta polémica, Luri, me parece un mal sueño y que yo esté a favor o en contra es irrelevante. Prefiero no escribir directamente lo que pienso: hoy propondré otro ejemplo también real. Y seguramente mañana acabarfé con este tríptico, si entiendo que realmente necesita un cierre.

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  6. Buena reflexión Luis, recobrar la inocencia recordando los nombres originales de las cosas y no los que han puesto las circunstancias.

    Tu amigo no tiene "sus muertos" todos hemos tenido muertos en aquella locura que fué la guerra civil, los dos bandos y los que no eran de ninguno también los tuvieron y tan dolorosos o más que los oficiales.

    Yo nací en la "pax del régimen" pero cuando todo estaba cambiando, crecí y voté en democracia y mis mayores me enseñaron una cosa muy importante RESPETO, porque ellos eran "políticamente correctos" y "adeptos al régimen" pero me inculcaron el respeto hacía los demás y que todos somos iguales, y nunca le agradeceré lo suficiente a mi abuelo esos consejos.

    Pax y bien, compañero.

    PD El Alto del Leon es uno de los sitios más hermosos de Guadarrama.

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  7. Ah, Medraina, pues ahñí vivo yo, bajando hacia Segovia y en el primer lugar habitado a mano izquierda. Hoy seguiré con el tema un poquillo. Gracias como siempre, por leerme.

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  8. Cuando alguien se ha establecido en una posición, ponerse en el lugar del otro suele convertirse en un esfuerzo demasiado grande. La empatía es difícil, pero curaría muchas de las heridas del mundo.

    Saludos.

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  9. Si, umla, la empatía deseable es en muchas ocasiones la más dificil.

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