miércoles, octubre 18, 2006

La banalidad de la libertad.

Cuesta, me cuesta, comprender que las personas cedan su derecho a la libertad de buen grado; me refiero a la libertad que posee cada uno y que le permite proceder de una manera u otra e incluso no proceder; se trata de una porción de dignidad que prefigura un derecho igualitario a proceder determinando en común con el resto del grupo social el sentido del gobierno y la administración de la comunidad.

No se nace libre, sino que se alcanza la libertad mediante el aprendizaje; información, pensamiento y jercicio de la acción; este proceso debe ser garantizado por la sociedad que nos envuelve, ahija y ampara, a través de sus poderes delegados. Es mucho lo que nos determina y eso hace dudar sobre la realidad del libre albedrío, pero en cuanto a la libertad o se tiene o se cede y eso quiere decir que se ejerce procediendo o sin proceder, pero sin perder la facultad de hacerlo en uno u otro sentido o simplemente se le da a otro el derecho a proceder según su libre albedrío o su determinación determinada por su pensamiento: se puede renunciar a proceder, pero me cuesta pensar en renunciar a la libertad de hacerlo sin perder una parte importante de la dignidad humana. Libertad es dignidad del individuo; su ausencia es inmersión en el grupo, gregarismo. La libertad es el factor que singulariza al individuo frente a todos los demás, lo que constituye su fuente identitaria, su derecho a ser él y no una parte igual a cada una de las otras partes del conjunto de los demás. Donde no hay libertad no hay individuos sino comunidades cerradas, partidos únicos, grupos fanáticos, colecivos silenciados, presos políticos, asesinados y desaparecidos y seres silenciosos y acobardados, celosos defensores de una oculta identidad que clandestinizan.

Quien toma el camino de ceder su derecho a la libertad tiene dos razones reales: o tomar el poder o miedo al contrario. Habrá otras razones , pero no entran en este comentario. La sociedad siempre se vuelve maniquea en estos casos y un grupo de la misma decide cerrar el paso al otro cediendo su parte de individualidad libre. Un mito de Fausto moderno cambia libertad por tranquilidad. Renunciar es un acto voluntario que parte de un proceso de convencimiento. Renuncian aquellos que prefieren que las decisiones que tienen por importantes, las tomen otros, a los que les conceden el derecho moral o el derecho de la fuerza. entendiendo que en ambos casos ese derecho es acorde con sus intereses y con sus intenciones: quien sea que concede el derecho cediendo su libertad abre la puerta a la fuerza violenta sobre el resto de la sociedad. En el primer caso, el derecho moral será compartido; en el segundo entenderá que el derecho de la fuerza nunca se aplica sobre el cedente, ya que al fin está de acuerdo en el resultado y sí se aplica sobre el grupo o los grupos sociales que forman el otro, el enemigo, la fuente de la angustia, los que tienden, con su actuación, a agobiarle en su vivencia y en su convivencia. Quien cede su libertad y no objeta a la violencia aplaude el uso de la fuerz como mal necesario o como bien regenerador: eso va en frados de compromiso. Tengo para mi que quien renuncia a ese derecho se guía, no solamente por su cesión sin límites a quien cree mejor preparado para ordenar la vconvivencia, sino que gran parte de su fundamento procede de la negación al uso del derecho por parte del contrario.

En la Roma republicana el papel legal del dictador, que existía, tenía vigencia por seis meses al cabo de los cuales debía entregar el poder y retirarse a la vida privada. En la Roma militar, el papel del dictador se instauró a perpetuidad y se hizo hereditario. La costumbre de la dictadura terminó por convertir a la libertad en una banalidad, una facultad sin sentido ya que no tenía ejercicio; los cargos elegibles no eran determinantes y los determinantes no eran elegibles. Existía, naturalmente, un grupo de ciudadanos nostálgicos de las viejas libertades, pero eran mayoría aquellos que habían desterrado de su pensamiento la idea de la libertad como forma de proceder en el ejercicio del poder. Los unos porque, en las guerras civiles, tomaron partido por la fuerza que devolviera la tranquilidad, mucho más cara siempre la primera en vidas humanas que la segunda; otros por miedo a formar parte de los despojados y derrotados, en un largo y humillante proceso de silencioso y asustado convivir. Los más, finalmente, porque habiendo nacido después de las guerras civiles, no tenían otro horizonte que el de la dictadura militar del emperador y la propaganda vertida por el aparato del poder en cuanto a los valores morales del dictador, que es siempre el varón esforzado que impone la paz, contra los belicosos impulsos de la sociedad desmandada. Mirando hacia el horizonte, siempre la figura del dictador vela en la noche por todos los ciudadanos. La sacralización de su figura es necesaria para quien le cede su parcela de libertad, porque es la justificación moral para su acto. El dictador, solo en la cúspide del poder, es bondad y justicia y siempre está expuesto a que un círculo que le aprisiona le engañe o manipule. En cualquier caso es el único hombre justo en quien cabe confiar. Asignar al dictador ese papel equivale a aceptar que la sociedad se diivide entre un hombre bueno y una suma de malignidades: el ciudadano acepta su minoría de edad a la que ha sido arrojado repentinamente. Él , que cede a sabiendas su parcela de poder y no se rebela ni siquiera en la soledad de su propio pensamiento, no puede evitar convertirse en el cómplice perfecto, silencioso y tolerante. No lo puede evitar porque lo desea: niño al fin necesita un padre.

La libertad banal es la que ejerce el cómplice cuandoa argumenta la necesidad de que toda la sociedad acepte la pérdida se ella en persecución de un bien social mayor: el orden. La libertad es banal cuando alcanza la consideración de derecho del grupo y pierde la de derecho del individuo. La libertad es banal cuando la tiranía la convierte en fuente de males y desorden. La libertad es banal cuando se acepta la renuncia a ella. La libertad es banal cuando el hombre se acomoda a una vida sin ella y por lo tanto sin el derecho a proceder de acuerdo a su pensamiento. Toda esta libertad banal acaba convirtiéndose en una libertad sucedánea que no lo es, porque no cabe limitar el derecho a ella fuera de los territorios de la convivencia en libertad.

Conozco a algunas personas que vivieron felices y tranquilos sin libertad en los tiempos de la dictadura de Franco y que ahora viven con agobio y estrés porque no soportan lo esencial de una sociedad instalada en un sistema de libertades: el caos. La simple lectura de los titulares de los periódicos les enferma porque no pueden vivir en una sociedad en la que no predomine, no el pensamiento único, sino el único proceder. Aducen que la libertad de pensar es indiscutible, pero no la de actuar y a nadie le conceden el derecho a gestionar el poder sino a quien está preparado para mantenerlo por mucho tiempo, aunque ello suponga la necesidad de formar milicias mayoritarios de partidarios fieles que nunca dudarán y siempre obedecerán: con el sencillo hecho de renunciar a la libertad el individuo pasa a integrarse en la comunidad sin posibilidad de retroceso. Deja de ser él y se convierte en siervo.

Ceder el derecho a la libertad es aceptar la impotencia del individuo frente a la libertad de los otros y su propia incapacidad para vivirla. Lo que queda es la libertad banal, insignificante y trivial, sin el sentido de la palabra; un paraiso para gente mejor preparada para ejercerla.
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4 comentarios:

  1. ¡No puedes imaginarte cuánto me interesa este tema! Cada vez sospecho más que tenemos que repensar a fondo este concepto, convertido en talismán, de "libertad." Porque a donde nos está conduciendo es al ciudadano autista, tan absolutamente propietario de sus derechos, que solamente se ve a sí mismo libre en relación con lo que puede comprar.

    ¿Qué nos hace libres?

    Evidentemente durante la mayor parte de la historia los hombres no han tenido necesidad de libertad, porque han sido incapaces de plantearse ni tan siquiera la posibilidad de ser libres. Recuerda a Kant: "¡Es tan cómodo ser menor de edad!"

    Evidentemente, también, nada más fácil que caer en el prejuicio (que para mí es la más radical negación de la libertad propia).

    ¿No hay una relación esencial entre individuo libre y sociedad libre?

    Te estoy haciendo demasiadas preguntas, pero es que el tema que planteas no es ninguna tonteria.

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  2. Voy a seguir mañana con este tema y algunos de tus comentarios están bosquejados allí. Así que prefiero que lo veas mañana.
    En cualquiera caso, amigo Gregorio, no soy yo un polemista demasiado entrenado sino que haco como el filosofo autodidacto de Ibn Tufayl, que pienso en mi retiro y trato de poner por escrito lo que pienso, que en general son cosas que siempre me he dado a mi mismo por sabidas.

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  3. “Un mito de Fausto moderno cambia libertad por tranquilidad”
    Me gustó eso…

    Cierto que los actos de Responsabilidad (no confundir actos fruto de la culpa) son por acción u omisión
    Un Interlocutor válido implica la invalidación propia, e invalidarse es la propia cárcel.
    E igual en ciertos momentos necesitamos uno ¿no?

    ¿Libertad acaso es pensarse capaz, aunque se cometan equivocaciones?

    Mantener el status quo es para algunos la forma de sentirse seguros hasta la muerte, sin pensar que mas allá de su propia existencia hay otras, que desean (y merecen) vivir como sueñan

    Es doloroso decir que es libre el que puede y no el que quiere.

    Ud. Me hace pensar…
    Y pensar, que cuando me decían: “Vos pensás demasiado” me hacían sentir culpable; y ahora pienso que si no pienso no soy responsable…aunque mis razonamientos me lleven a algunos laberintos.
    A Veces puedo razonar equivocadamente, pero como decía mi abuelito, “ese es tu único capital, le hagan a tu cuerpo lo que sea; lo que tenés en la cabeza es lo único que te queda”
    ¿Será que mi “Abu” leía todo lo que podía y yo viví hasta los 14 en Dictadura, y hasta los 18 temiendo que “volvieran”?

    "Todo lo que vive quiere reinar...?"

    Muchos Saludos

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  4. Mar: su Abu era un hombre magnífico y la frase cierta. La libertad de pensar es ilimitada, un caudal único. La libertad de actuar no, es la que puede ser cohartada.

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