martes, octubre 10, 2006

Luna y Primavera

La historia es sencillamente sencilla y sencillamente bella. Pertenece a Cantares de Ise, o en japonés al Ise Monogatari. Entre los tres grandes clásicos de la literayura japonesa, el Heike Monogatari, el Genji Monogatari y el Ise Monogatari, yo tengo a este último por el mejor de ellos a causa de su sencillez expositiva, brevedad y delicadeza.. Lo considero un libro de bolsillo y tengo por tales a los que lleva uno de un lado a otro cuando no sabe que libro escoger para que le acompañe. Yo tengo cinco o seis que cumplen a las mil maravillas esta función: son libros que se pueden abrir por donde se quiera y acometer una lectura que produciendo placer estimula el pensamiento y la comprensión (no siempre es fácil entender lo que se está leyendo) y ayuda a reducir el tiempo a un lugar solitario y personal.

Ise Monogatari, o puestos a ser más claros Cantares de Ise resulta una delicia que guarda en su interior el que se considera el zenit de la poesia nipona. Hay que tener en cuenta que este libro se escribió en el siglo IX de nuestra era y en la literatura que consideramos más nuestra no cabía hallar este cúmulo de delicadeza.

A veces, cuando subo por el bosque a las cumbres, lo meto en mi bolsillo; me basta con abrirle arriba, mientras descanso unos minutos y con ler una cualquiera de sus historias, en total unas ciento veinticinco. Historias son que no tienen más de veinte o treinta líneas y narran todas las múltiples aventuras amorosas de un personaje de la corte que a ser bello, bien situado y buen amante, habría que añadirle la virtud de la memoria y la de un gusto extraordinario en el estilo literario.

Leer esas breves líneas, casi siempre acompañadas de un poema, es suficiente para dejar que después, en la bajada, mientras se ven las cosas del bosque a nuestro alrededor, el pensamiento va desarrollando paisajes, textos y situaciones hasta llegar a comprender que lo que ha leído es la síntesis magistral de una historia de amor o desamor, de un deseo apasionado o del cansancio de un amante que envejece.

Los libros que se aprecían no lo son porque estén ordenados en un estante de la biblioteca, sino porque contienen un texto capaz de transformarnos de manera instantánea al tiempo, que habiéndonos sorprendido sigue actuando en nosotros por tiempo. Uno no es nunca el mismo que era antes de empezar a leer un texto; ni siquiera habiéndolo leído ya tiempo ha, y conociéndolo por tanto. Resulta que mudables como somos el libro no se acomoda nunca a las manos del mismo, sino que en su segundo o tercer encuentro, es otro el que lo sujeta y lee, y el que descubre un nuevo texto revelado en el aunque antes no había caído.

Al cabo de los años, creo que bastantes, he perdido todo respeto al libro como objeto de culto capaz de generar mitomanías. Un libro es un texto o un objeto decorativo, y en ocasiones ambas cosas, pero lo mejor para cada cual es saber que es lo que tiene en su poder y cual es el respeto que debe de guardar. Yo tengo varias primeras ediciones de descripciones de la construcción o simplemente de la fábrica y su contenido, del Monasterio deEl Escorial; me dió por ahí y tengo entre otros varios de los siglos XVII y XVIII, el que considero fundamental: la descripción del Monasterio del Padre Sigüenza. Ese y los que le acompañan son para mi objetos de culto, lo reconozco, pero no son los libros para leer, que de todos ellos tengo ediciones modernas o fascímiles, donde leer y ver láminas es más cómodo y seguro.

Cantares de Ise es un libro que tiene infinitas lecturas que son siempre la misma. De la misma manera en que un jardín de cerezos en flor no tiene una sola mirada sino muchas, en la misma estación y en diferentes, porque nunca será igual, nunca el mismo, igual que el río ejemplar del budismo en el que uno nunca se baña dos veces en el mismo.

La Historia Cuatro de Cantares de Ise, se llama Luna y Primavera y es la que contiene ese hermoso poema al que he hecho referencia antes. Es resumida la sieguente:

"Un cortesano corteja a una dama durante un tiempo pensando que era empresa imposible; pero consiguió verla a solas dos veces. Al cabo de un tiempo ella desapareció y aunque él conocía su paradero, no podía acercarse: el lugar donde ella se había retirado y su posición en Palacio impedían seguir con el cortejo.

Un año pasó sin verla, recordándola y llegado el mes de febrero, cuando se cumplía ese año de soledad, fué al lugar en que se habían visto y estado juntos. Miraba a su alrededor y todo era lo mismo, la hierba, la luna, el jardín, todo pero ella no estaba. Todo le parecía diferente y rompió a llorar y abrumado por el recuerdo escribió este poemita:

¿No es esa la luna?
Y la primavera
¿no es la de siempre?
¿Cómo es que yo solo
soy el mismo que era?
Y volvió a su casa llorando durante todo el camino."
Esta tarde, al volver a casa después de pasear una hora con Ana y Goyerri por el bosque al buen tun tun, ella me ha cogido del brazo y me ha dicho señalando a un punto de la espesura: "¡Mira! ¿Qué es?" El corzo corría frente a nosotros y se ha perdido entre los árboles, velos y ligero, nervioso; el primero que vemos este año, para Ana el primero de todos, pues hasta ahora no ha visto ninguno; yo llevo cinco ocasiones y doy fe de que cualquier rincón del bosque no vuelve a ser el mismo después de haber visto a un corzo cruzar veloz por él. Y, sin otra razón que el capricho neuronal, me he acordado de Cantares de Ise y me he dicho que dedicaría el blog de hoy a esta historia de la tristeza del amante desamado.

6 comentarios:

  1. Tu texto "es sencillamente sencilla y sencillamente bello".

    Me lo robo. Ya sabes cual es su camino.

    Abrazo de casi media noche.

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  2. Qué descansada vida, Luis!
    Esta vez me has hecho sentir un poco de envidia (evidentemente malsana, que es la pura).

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  3. Buenos días, Clarice. Haces bien en robarlo.

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  4. Una indiscreción, ¿está el título del blog relacionado con el "Yabu no Naka" de Akutagawa?. ¿Puedo "robar", yo también, alguno de sus textos?. Respecto de la comparación que establece entre Mishima y Kawabata, con Kurosawa y Mizouguchi, me parece de lo más idónea. Esta coincidencia me produce satisfacción, tal vez para usted debiera ser motivo de preocupación, pero cuando se coincide en una opinión, con una persona de más amplia formación, supongo que es inevitable. Recuerdo especialmente,la emoción que sentí al leer la valoración que de Jünger hacía de "Coroliano".
    ¿No es sorprendente el desdén que sentía Mishima hacia Shakespeare, era real o fingido?. En todo caso, llama la atención lo maltratada que es la literatura, en este caso, la japonesa por los editores de nuestro país. El otro día le felicité por el blog, estaba equivocado debí usar el plural.
    Por supuesto el agradecimiento es mío. Un cordial saludo.

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  5. Pues la verdad es que no: se debe a que vivo en un bosque, o mejor en un prado en medio de un bosque. Al cuento llegué hace poco más de un año cuando en la Casa del Libro compré Kapa y leí una síntesis biográfica del autor, al que no había leído todavía, por causa seguramente de mi falta de curiosidad y del poco interés que la literatura oriental despierta entre nosotros.
    Akutagawa me parece un autor esencial.
    Creo que Mishima sentía aversión por Shakespeare por razones no estéticas, sino personales. Intelectualmente era torrencial con una deriva tremenda hacia la complejidad: teóricamente el inglés debía haberle seducido, pero no me parece un habitante del Renacimiento.
    A mi, amigo Careriro, no meproduce ninguna preocupación que coincidamos, todo lo contrario. Tampoco creo que haya medida que pueda apreciar el valor de estos comentarios y de nuestras coincidencias.
    Claro que puede tomar alñgún texto para uso personal. Por supuesto que si, si es que son de su interés.
    Espero seguir en contacto.

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