viernes, septiembre 08, 2006

El eclipse de luna

Esta noche estaba anunciado un eclipse de luna y casi me lo he perdido; no lo sabía hasta que al ojear el periódico, al filo de las 10 PM, me he enterado. He ido a la terraza y he perdido unos segundos en localizarla, para al fin verla apuntando ligeramente al este de mi terraza. Con un cuarto de hora de retraso sobre la hora oficial a mi eclipse le quedaba un pequeño copete oscuro en la parte superior de la esfera; he ido a coger la cámara y ha vuelto a suceder lo de siempre: cuando tienes prisa no tienes batería o no está introducida la tarjeta; de nada sirve maldecir, la vida es así, la mía por lo menos; cada vez que iba a hacer una fotocopia en mi compañía se había acabado el tonner y en la cafetera que además de hacerlo muele el café antes de hacerlo, a la italiana, muy corto, siempre está vacío el depósito del café: forma parte del perfil normal de esta persona que soy yo que está tratando de inmortalizar un eclipse de luna del que queda una sombra, nunca mejor escrito, al filo ya de las 10,10 PM. Ha salido Ana a verlo, al oirme llamarla y ha vuelto a entrar enseguida. Pienso que ella, como los demás, no reconoce en esa sombra superior sobre la luna un eclipse de verdad, pero yo si, y le doy impoirtancia porque no se cuanto tiempo hace que no miro hacia el cielo para ver uno de esta clase. Tengo que recobrar los eclipses de luna y los paseos por el bosque o junto al mar.
Mañana nos volvemos al bosque después de unos cuantos días en la casa del Cabo. Esta tarde, con Goyerri, hemos paseado por las calas rocosas que forman la base de esta colina que se asoma al Medietrráneo separando las playas de la Albufera de la de San Juan. Arriba un faro enseñorea en la altura y al pie, con el atardecer, los pescadores de caña se acercan al rompiente donde la roca forma una pequeña plataforma sobre un oleaje suave de color violeta. Vuelan gaviotas enormes agrandadas por su propia sombra hecha de oscuridades y mi amigo perro entra en el agua solamente si yo lo hago, así que me toca hacaerlo mientras Ana mos contempla desde la misma orilla. Goyerri nunca me sobrepasa hacia el mar abierto, siempre está entre mi persona y la playa, es así de prudente. En lo alto algún chalé de los que no deberían haberse construído se aferra a la linea del cielo: son ahora adosados de 400 metros cuadrados construídos y un millón y medio de euros de coste por lo menos. A media subida se ha declarado un parque natural y ya no se construye; la ladera, salpicada de plantas y arbustos de secano entre los que huele salvajemente la siempreviva seca ya, yse desborda hacia el mar allá abajo. Aquí ya no se puede construir y afortunadamente esta vista es la que tengo frente a mi terraza.
Algunas mañana voy con un libro en el bolsillo, solo con mis ganas de soledad, a caminar un poco con el esfuerzo necesario para sudar un poco y consumir el exceso de azucar que me invade. Me siento en una roca entre montones de algas y personas que por aquí deambulan: nudistas, homosexuales, lectores, caminantes y despistados, la gente extraña que no busca la playa kilométrica repleta de carne morena y apretada en la que se prohibe la entrada a los perros pero se permite la entrada a las personas, distinción que no entiendo porque se hace.
Tengo junto a mi el bloc de tapas negras que llevo a todas partes para anotar la nada que se me ocurre o lo que leyendo me parece el todo. De una controversia entre François Mauriac y Albert Camus destaqué una frase de este último: "mientras yo respete al señor Mauriac por lo que es, tendré el derecho de rechazar lo que piensa". Esta frase, escrita en 1944 o 45, ponía a Mauriac y a Camus, a cada cual, en su sitio. Mauriac había tonteado claramente con el colaboracionismo y Camus había estado desde los inicios de la resistencia en la primera de Combat. Tiene razón Camus cuando le otorga al otro el beneficio de la democracia y del respeto. Y el silencio de Mauriac se engalló de impertinencias intelectuales; son esas las peores, porque considerándose demoledoras por la inteligencia se vienen abajo desde puntos de vista morales.
Frente a este mar del atardecer, antes del eclipse que casi se me escapa, miré hacia el sur, hacia la otra vertiente del mar junto al que nací y al que durante mi infancia visité domingo tras domingo, verano tras verano. Si algo soy es medietrráneo, lo he escrito muchas veces pero lo repito otras muchas porque creo que aquí se me lee poco y a medias, así que debo repetir y repetir que considero que todo nacionalismo es el absurdo: la diferencia entre el sueño y la realidad. Allí donde miraba está la costa argelina, realmente un poco a la derecha, pero en esa costa nació Camus y fué al colegio y se hizo hombre pensante, hombre rebelde, intelectual comprometido no con las ideas sino con los seres humanos. Eso no es filosofía pura pero si es una realida pura; lealtades hay que justifican la honradez de cada uno y etéreas fidelidades que no pueden nada contra la injusticia. "En la duda, escribió Camus, yo escojo el lado de las víctimas"; está claro que hay que reconocer a las víctimas al margen de las teorías estratégicas y de las verdades filosóficas. Es justo que no coincidan estas con aquellas, pero nadie tiene el derecho de echarlas al cubo de la basura. Una frase que escribió por esos años ha pasado inadvertida y es esencial para que no se le considere un filósofo al uso sino un intelectual, hoy en desuso: "La negación y el absurdo no es lo esencial, es lo que hay". Miro esta extensión de mar que brilla hermosa, rutilante de estallidos de luz, tremendamente azul bajo un cielo menos azul y más luminoso y pienso en este hombre al que se deja de lado cuando su mensaje de humanidad pugna por salir a flote. "A veces, escribió en cierta ocasión, la elección está entre hacer cosas probablemente ineficaces o ciertamente criminales". En cada cual está la elección, porque la realidad del mundo que habitamos no solo no ha cambiado sino que es ahora mucho más compleja.
Hay algunas personas en la historia a las que admiro y a cuyo nivel nunca habré de llegar. No se trata de saber más sino de comprender lo que se sabe. Cicerón es uno de ellos, él que tiene mala prensa y del que se conoce tan poco pese a haber dejado tanto testimonio: de Cicerón, los que escriben la historia han hecho un cliché; y con él Lucrecio. Y después Spinoza y Erasmo, Nietzche, Ortega, Camus, Cioran, Giorgy Konrad, Arendt, Benjamin, Berlín; cliché tras cliché tras cliché, me entra un enorme desasosiego cuando pienso que basta leer algo de ellos, hoy, para comprender mejor al mundo en que vivimos. Y comprendo que a todos les une un ingrediente humano y generoso: la pasión por la verdad y la piedad por la humanidad.

9 comentarios:

  1. Disfruté muchísimo este texto, como si te estuviera escuchando.
    Gracias.

    Yo también quiero tener: "la pasión por la verdad y la piedad por la humanidad".

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  2. Comparto tu admiración por Camus. Pocas lecturas me han provocado más que "L'homme revolté".

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  3. Un ser humano nunca podrá ser reproducido en el papel. Lo más que cabe es algún feliz destello que permita entrever/intuir por un instante lo que la persona fue. Ni siquiera tú mismo, cuando hablas de lo que ves, piensas, sientes, cuando expresas tus preferencias y tus rechazos, ofreces más que una mínima parte de lo que eres. ¡Querido luis, estamos llenos de limitaciones! Besos y feliz regreso al bosque.

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  4. Isabel: todo acercamiento a alguien padece las limitaciones de la propia subjetividad. Nunca sabemos, interpretamos.
    Muchas gracias por tus deseos de retorno feliz.

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  5. (...)impertinencias intelectuales; son esas las peores, porque considerándose demoledoras por la inteligencia se vienen abajo desde puntos de vista morales(...).
    Me ha encantado.Pero me planteo si pudiese darle la vuelta a la frase y decir:"...pertinencias intelectuales; son esas las mejores, porque considerándose constructivas por la inteligencia se vienen arriba desde puntos de vista morales".
    No sé, pero en ocasiones como esta sí cuento con el sentimiento de "la pasión por la verdad y la piedad por la humanidad".
    Muchas gracias.

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  6. En mi opinión hay una gran diferencia entre Camus y Sartre, en favor del primero; en todo caso
    no pudieron impedir el destino de Brasillach, o de Drieu La Rochelle.... Es una mera hipótesis,
    pero si los acontecimientos se hubieran desarrollado de otro modo,
    creo que esa posición hubiera sido la adoptada por Jünger, entre otros. Resulta grato comprobar, como con el paso del tiempo, la radiación más inocua del caballero prusiano, es capaz de fundir al falsario de hojalata.
    Enhorabuena por tan excelente blog.

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  7. Careiro: obnviamente apreciuo mucho más a Camús que a Sartre, aunque hay páginas de este que son muy reveladoras y apreciables. De camus, un escudo de humanidad, sobre todo su humanidad frente a todo.
    Gracias por tu visita.

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