viernes, junio 23, 2006

Noche de San Juan


Uno: niñez.
A media tarde hay poca gente por las calles. Barcelona en junio es húmeda y calurosa. Se acaba de terminar el colegio (uso el lenguaje de entonces) y volvemos a casa. En los escaparates de las pastelerias están las cocas, bizcochos que llevan en la superficie azucar confituras de frutas verdes, naranjas y encarnadas y manchas de azucar. Botellas de cava. La coca es el pendón que anuncia la noche y el cava los fuegos articifiales. La policia municipal recorre los barrios y sorprende a los chicos llevando muebles viejos y pedazos de madera que han recogido durante la semana. En algunos barrios se guardan en portales, en otros en almacenes. Durante una semana se pide a los vecinos que den aquello viejo de madera que tengan en desuso y ellos lo dan; se esconde y la policia lo busca, pero no puede encontrarlo todo. Todavía, en las calles hay adoquines, no macadam o asfalto, como quiera que se llame. Al empezar a oscurecer la madera aparece, y las sillas viejas, y trozos de cómoda, y galerias de cortinas, y marcos de espejos, y arcones viejos, y trastos, trastos, trastos: trozos de vida desechados. Colocados en pirámide, apuntando al cielo hasta alcanzar casi tres metros de altura. Arriba de todo una cruz hecha de escobas vestida con ropa vieja: el "ninot". Condenado a arder es el "otro" que redime sus pecados en la noche de San Juan. En ese caer de la tarde brumoso de verano, cuando el calor no ha dejado de apretar pero empieza a soplar una brisa del mar que tiene otro calor menos riguroso, se abren los balcones y sale la gente a ellos. En el este anochece antes, sobre todo cuando una sierra no demasiado alta tapa la caída al oeste del sol: es el Tibi9dabo. El este anochece antes, siempre y hay que imaginar el oeste todavía luminoso, con el color rojo de la puesta del sol; ese color no lo conocemos los que somos del este, condenados a amaneceres en los que siempre dormimos. De súbito, cinco haces de luz alcanzan el cielo, mientras la gente cena en sus casas; cinco haces de luz en unos días en los que no háy lasser, ni focos de eventos especiales; cinco haces de luz que en 1929 coronaban la silueta del Palau Nacional y alzaban al cielo del estío las cinco franjas amarillas de la bandera; los huecos de la noche corresponden a las franjas rojas. Todo el mundo lo entiende, lo sabe, lo comprende; quien no es que ha llegado tarde o tiene poca memoria. Los cinco haces de luz se pierden en dirección a Venus. Desde el balcón del comedor de mi casa los veíamos ascender y mi padre decía, bajando la voz: es la bandera de Catalunya. Se puede entender o no, se puede estar o no ahora con ello, pero era así.

Habiendo cenado, ya se sabe, algo ligero, tortilla a la francesa, un poco de verdura, oliendo durante la colación el inicio de los fuegos; no había una explosión organizada sino que cada uno había ido a las tienda a comprar los cohetes, los petardos, las bombetas (bombetes) que se arrojaban con fuerza al suelo a los pies de la gente que caminaban y hacían plass muy fuerte e inofensivamente, las ametralladoras que corrían entre los pies, los truenos, más potentes que las bombetas, en cajas de fabricación valenciana (no china como ahora) sino de un levante experto en explosiones de júbilo mediterráneo, pues acabando de cenar como decía, empezaba a ser una cadencia continuada de pequeñas explosiones y de algún cohete (chisss... pum, de chisss ascensión muy largo y pum seco y corto) y al mirar por la ventana podíamos ver como un haz de luz (el sonido llegaba después por ley de física) en el cielo se dibujaba un fulgurante haz de chispas de colores. Salía la coca a la mesa y las botellas de cava (entonces era todavía champañ o xampany y no champagne, que no había todavía denominación de origen europea) y las copas; los niños brindábamos con los mayores, con nuestra copa, "un poquito nada más, un dedo, a ver si vas a ponerte..." pero nos poníamos los niños de alegría cuando el olor a pólvora empezaba a entrar por las ventanas del comedor de la calle Diputación esquina Calabria, y todo el mundo brindaba no recuerdo porqué, por la alegria pienso, por la genuina alegria de la Noche de San Juan.

En el balcón, montada la pira en la plaza, corrían los muchachos mayores con escobas encendidas en las manos y prendían fuego a la madera vieja que eran trozos de vida arrancados de lo cotidiano. Empezaba a arder la hoguera y subían hacia lo alto humos y chispas (en catalán espurnes, que es una palabra preciosa si se le da a la e un sonido medio de a que se consigue con la práctica porque suena muy bien) y corrían los chicos en un círculo de pieles rojas digno de John Ford, danzando y saltando mientras la hoguera ardía; no sabíamos porqué pero éramos de ella hijos paganos de un pais desvaído. "Yo quiero bajar" decíamos, y mi padre me decía, "pronto, de aquí uno o dos años, cuando seas mayor". En los bares de la plaza sonaba Juanito Segarra "Están clavadas dos cruces en el monte del olvido"..., Bonet de San Pedro "MIrando al mar, te vi..." y empezaba a sonar un Tal renato Carosone con algo divertido y ligero: "Questa picolíssima serenatta..." A mi hermana mayor la dejaban ir de fiesta, a mi todavía no.

Dos: adolescencia.

Ya estamos en la calle, ya algunos adoquines se han cubierto de asfalto y en algunas plazas brillan por el centro los raíles del trolebús. Hay que correr la pira a un lado y preservarse del acoso de la policia municipal, pero lo importante es que estamos ya en la calle y tenemos permiso para llegar más tarde, a la una o las dos de la madrugada, de vuelta de una fiesta (luego se han llamado guateques) en la terraza (la azotea) de la casa de alguno de los amigos del grupo. Hemos estado trabajando en la fiesta todo el mes.: vendrá tal y tal, esta no, y faltan chicas pero se quien puede traer dos o tres... Tenemos camisa y corbata, y olemos bien, peinados y casi perfumamdos (de esto no estoy seguro) pero estamos radiantes. Y ellas más. Ellas son apariciones, mágicas encarnaduras de hadas vestidas de verano, con vestidos ligeros en los que podemos adivinar sutiles transparencias de sujetadores (a veces innecesarios) y faldas de vuelo para bailar el rock, el primer rock de Chuck Berry, o Liittle Richard, o Jerry Lee Lewis o las canciones lentas que te funden en un abrazo tímido en el que la carne primorosa, trémula primera carne emocianada, busca acercarse frente a la resistencia (o no) del cómplice contrincante, mientras padres y madres en un círculo externo de sonrientes mirones comprenden que el tiempo pasa, que se les pasa el tiempo. Los Platers cantaban "Only you" y "Remember When". Los Cinco latinos "El humo ciega tus ojos". Paul Anka nos decía "You are my destiny" profetizando amores de profunda intensidad y corto recorrido. Va a llegar el rock de Elvis y de los Teen Tops, "Hasta luego cocodrilo" en el que las faldas con vuelo dejan al descubierto muslos fascinantes y ocasionalmente una ráfaga de algodón blanco; siempre hay alguna amiga que avisa "ten cuidado que se te ve todo" y todo es nada, pero nada es todo. La coca y el champañ, el tocadiscos, la hoguera que se apaga, la explosión de los últimos cohetes y el aviso de la hora. Llegaremos tarde, como siempre, y eso será terrible: "¿que confianza voy a tener en tí?" La verdad, en esta noche, muy poca, padre mío.

Tres: la juventud.

Ramblas abajo hacia el puerto bajando en multitud, gozosa. Hemos dejado la fiesta: Twist, Madison, un Elvis tardío que canta un remake napolitano "It's now or never" y tenemos una magnífica relación con François Hardy, Aznavour, Becaud, Distel y los italianos: Ciao, cara, ¿come estai? o Dio, como ti amo. Son las cuatro o cinco de la mañana y pesa una nostalgia de noche inacabada. Cenizas todavía enrojecidas, brasas, humo que se arrastra por el suelo y busca la salida al cielo en columnas, entre las calles, en los cruces, en las corrientes aire caliente que ya lo impregna todo. Ella no me ha hecho caso, se ha ido con otro. Otra me busca a mi y yo no la quiero. Esta noche no es lo que soñaba, pero camino entre una bandada de pájaros nocturnos por una vía hermosa como pocas, entre calles antiguas, flanqueado por kioscos llenos de libros y revistas, por bares abiertos, por puestos de flores, por sillas ocupadas por mirones, buscando el amanecer. A diferencia del poema de Federico García Lorca, buscábamos el amanecer y el amanecer si era. Sentados en las gradas del puerto veíamos salir el sol por el este y teníamos una mano deseada en la nuestra; palpitaba la carne trémula, ahora si, ya trémula y hacíamos magia con un beso, aunque todo ese amor pasión deseo fuera a acabar al despuntar retronar al sol de cada día. La mano, ávida, formaba la coipa de un seno al abrigo de las miradas y todo era silencio y condescendencia. Cansados y fatigados, con el premio de una noche tierna de seducción y encuentro, ella era el último hada del cuento de la infancia, convertida en puritana pasión. Y era bastante.

Cuatro: la madurez

Hay que ser precavido cuando se hace un viaje en yatch (lo escribo en inglés por snobismo) por los fiordos noruegos. El aguardiente de patata y la cerveza, combinandos, transforman el paisaje en nirvana. El ruido del motor es leve y la noche no acaba de caer mientras llegamnos a la isla. Tiempo atrás han quedado las magias de la noche del 23 de junio, cuando el solsticio de verano reclama las bondades de la cosecha y se queman hogueras para celebrar, con la carne de la matanza reciente, el buen invierno que está al caer al final del verano. Mis amigos nouegos (vamos siete en el yatch) me señalan la isla a la que vamos. Han preparado una cena allí para celebrar nuestra estancia y nuestra excursión por el Mar del Norte; son gente importante, de no ser así no podrían disponer de una cena en una playa como la que nos han dispuesto; nosotros no sabemos nada pero intuímos que esta noche va a ser diferente al resto de noches del viaje. Hemos visitado las granjas de salmón y los caladeros de bacalao donde hemos echado el anzuelo y hemos tenido el placer de capturar piezas que luego han sido plato delicioso, con buena cerveza, vino blanco, acompañados de marisco del norte, duro y frío, pero sabroso. En la playa, en un embarcadero de madera, amarramos el barco y bajamos las cajas de provisiones; esta sensación de luz de siete de la tarde en España nos sorprende al ver en el reloj que son ya las diez de la noche, y así será durante toda la jornada. Una cabaña de madera, antigüo almacén de bacaladeros, en la misma playa, subiendo la pendiente de guijarros y arena, parece no esperar a nadie, pero es falso. Empuja las puertas Odd y se abren de par en par: en el centro, una mesa redonda nos espera y cuelgan lámparas del techo con velas encendidas, adornadas por guirnaldas de boj. Al final seremos diez o doce y la magia del recibimiento no nos la va a poder quitar nadie. "Venga, vamos, hay que encender la barbacoa, hay que sacar el vino del barco, y la cerveza, y el aquavit, y los dulces, y la música". Corremos por el embarcadero, nos atropellamos mientras el agua chapotea con los guijarros de la playa. El humo de la barbacoa anuncia el pescado y en la mesa aparece el marisco y la ensalada. Bebemos, bebemos y bebemos: cerveza y aquavit. Tiene el aguardiente noruego (Linie Aquavit) la tradición de que todo el líquido ha pasado, en barrica el Ecuador, antes de ser embotallado. En la parte posterior de la etiqueta, legible por la transperencia del líquido, figura el barco y la fecha del paso. Bebemos y comemnos y oímos música y hablamos. Maite, mi ayudante coquetea con José Carlos, el periodista gastronómico en uno de esos juegos eternos que no conducen sino a la ilusión, eso creo yo. No puedo absorver toda la noche que huele a pino, a mar, a cerveza, a vino (de Rioja que llevamos nosotros), a pescado, a fruta y a cera. Son las 3 de la madrugada y sigue la luz sin ceder; José Carlos y yo paseamos por la playa para aliviar la bruma del alcohol y él me pregunta: "Oye, y con Maite ¿que pasa?"; le contetsto: "preguntáselo a ella" sabiendo que no va hacerlo, que lo que espera es que yo le diga si debe o puede ir más allá. Cosas de la pasión que la razón no entiende, diría un Descartes desaforado. Yo no digo nada más porque no se que decirle. Seguimos caminando y en la larga playa de la isla se oye el chillido de las gaviotas. Me coge del brazo y me detiene, me dice: "¿Sabes Luis? Aquí entiendo a Bergman" Y yo asiento convencido de que tiene razón.

Volveremos al barco para ir a dormir a tierra firme en el continente. A las cinco atracamos en un pueblito silencioso. El embarcadero es alto y para poder subir han colocado neumáticos colgados, uno junto al otro, a ejemplo de escalera. Hay que ser precavido, porque el alcohol todavía no nos ha abandonado. Cogemos las bolsas y las tiramos a lo alto para que atericen en el suelo del muelle, de adoquines húmedos. Luego trepamos con dificultad, unos más y otros menos hasta llegar a lo alto; el último es Ivar, nuestro noruego, el colaborador en España, amigo entre otras muchas cosas, que desde abajo lanza a lo alto una maleta Samsonyte que nadie puede atrapar y que al chocar con el suelo se abre en dos y desparrama el contenido. Ropa, libros, enseres y un cartel de cartón, adosado a la tapa, con una inscripción, tan ancho como ella, van cada cual por su lado. Reparamos en el cartel escrito con rotulador; empieza a manecer lo que quiere decir que un sol tibio de rayos huidizos nos afrenta por la espalda e ilumina el suelo con tonalidades cálidas; ¿quien puede no leer el mensaje escrito en mayúsculas? "Cote, te amo". Ivar traslada en su maleta el mensaje a su amada, Cote, de la Ría de Arosa. Siempre, bromeando con él, le hemos dicho que ha buscado una gallega de la ría porque era lo que más se asemejaba a una noruega del fiordo. Ivar, avergonzado recoje sus enseres y los mete en la maleta. Yo por decir algo, le doy una palmada en la espalda y le digo: "Y ella a ti, Ivar"

21 comentarios:

  1. Noche de San Juan, mágica a cualquier edad...
    Voy a empezar la mía de hoy, será larga, tengo muchas cosas que quemar.
    Hasta mañana.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  3. No se que he hecho, pero repito: te deso mucha magia y salir indemne de ella.

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  4. Pues yo acabo de volver de la playa: llevo arena en los pies y humo en los ojos.
    Un saludo y buena noche.

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  5. Aquí en Chile,la noche del 23 al 24 los mapuches celebran su Año Nuevo (We Tripantu).
    De acuerdo a su cosmovisión
    al comienzo del 24 su dios
    Ngnechen purifica y bendice las aguas de los rios, lagos y vertientes...ellos esperan reunidos en una fiesta el amanecer y continúan festejando todo el 24...realizan un "guillatún" en sus comunidades pidiendo tener un año próspero...lamentablemente nunca he podido estar en una de estas fiestas...
    Me encantan las tradiciones, me habría
    gustado que aquí se festejara como allá!!!
    Buena noche de San Juan!!

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  6. Buena noche de San Juan VB. De alguna manera esta noche es una fiesta de iniciación anual. Es la celebración de la cosecha que en las ciudades ha perdido el origen pero no la intensidad. La fiesta mía es la del mediterráneo, como la de Roma que ha estado en la playa donde han encendido hogueras junto al mar.

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  7. Entonces... en esta fria noche santiaguina encenderé mi chimenea y tendré mi propia noche de San Juan...

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  8. Acabo de llegar, he quemado lo que sobraba en la hoguera, he paseado descalza por la hierba y al llegar, he convertido el cuarto de baño en un balneario, ahora ya estoy preparada para el primer sueño de verano. Gracias por los buenos deseos, son bidireccionales.

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  9. Luis rivera, he visto pasar el tiempo contigo, desde la frescura y simplicidad de la infancia a las complejidades de la madurez. Te agradezco ese viaje. Saludos.

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  10. Gradcias a ti por visitarme. Muchos saludos.

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  11. Hola Luis:

    Hoy, día de San Juan y también su noche, me encontré tu blog. En cuatro tiempos, cuatro retratos nos platicas de tí. Agua, mar, mariscos, bebidas, amanecer. Vida.

    También me agradpó la sorpresa de que llevemos el mismo apellido Rivera, agua que corre sobre la tierra dice el diccionario.

    Felíz día. Felíz noche de San Juan. Felíz fin de semana.

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  12. Eleonaí Rivera, te saludo ceremonialmente como corresponde a quien comparte apellido conmigo y te agradezco tu visita y comentario.

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  13. Es la primera vez que estoy en una fiesta de San Juan.
    Ha sido con tus recuerdos a través de las letras.

    Te abrazo...

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  14. Hola Luis: darte las gracias por visitarme pues gracias a tu visita a mi blog he podido descubrir el tuyo, que es maravilloso.
    Mientras leía tu post, he podido pasear junto a ti en esas tres etapas de la vida en la noche mágica de San Juan.
    Saludos y hasta pronto

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  15. Vengo de visita desde el día de San Juan del año que viene. Te leo con gusto aún con cierta resaca.

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  16. Interesantes i bellas historias, parece una película, todos creemos ser distintos y originales, pero en muchas cosas somos absolutamente parecidos, aunque nuestras experiencias resulten, en apariencia, lejanas.

    Me ha recordado esos cuadros seriados con 'las estaciones de la vida', en mi casa tenían unos, enmarcados, hace años, unas copias baratas, pero me fascinaban.

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