viernes, mayo 26, 2006

Los engarces de la sabiduria



Siento que el gato que trata de beber agua en el estanque de los jardines del Generalife en Granada es casi feliz; el sol le ofrece tibieza a su piel y el agua promete frescor; la piedra y la losa del suelo ofrecen un juego de luces que no deslumbra y el aire huele a boj, a arrayán y a jazmín, y por el caño de la fuente se precipita hacia lo alto un surtidor de agua cristalina. Yo siento lo que creo que él debe sentir. Ajeno a la historia y a la lírica, el gato está frente a su reflejo en el agua y en mi fotografía parece haberse detenido el instante del reconocimiento. Felino como el que más, con el cuerpo casi descoyuntado por una forzada posición que parece armónica y casi flotante, la imagen se ha fijado en el papel y se ha convertido en eternidad. Dice la filosofía oriental que nunca entrarás dos veces en el mismo río, porque cambiante de manera permanente, como es su curso, la corriente de agua es engañosa: asemeja la misma pero es otra a cada instante mensurable que pasa. Hasts que llegó la fotografía y se detuvo el gesto en la instatánea, esa maravilla del lenguaje que quiere decir "ya" y luego todo sigue su curso dejando el rastro, la huella de lo que fué el río en un momento dado. El río que nos lleva hace eso, llevarnos, integrarnos en su paisaje y dejarnos flotantes. No caben sentimentalismos excesivos con las imágenes que se supone que reflejan la vida. También una noche oscura o una reyerta en callejas inciertas, o el asalto a un chalé, o el secuestro de una muchacha o el bebé encontrado en un contenedor de basura. No cabe ser demasiado sentimental con la vida, pero tampoco trágico. Las noticias del periódico tiuenen la ventaja de la escritura, la oficialización de la letra impresa. Cuando una noticia terrible aparece en su plana ya deja de afectarnos de manera personal: es ahora de todos, se ha convertido en información y ante ella aceptaremos lo terrible sin que se nos resienta el sentimiento. Todo tiene su sitio en la vida, el gato es buena muestra. Este gato ya debe haber muerto aunque no se lo deseo, pero no debe haber sobrevivido a los avatares de un mundo no hecho para gatos sino para humanos destrozones que de vez en cuando, cámara en ristre, ejercen de indecentes curiosos, voyeurs de toda naturaleza con vocación de muerta. Los jardines del Generalife desparraman una maravilla nostálgica que se huele y ve en el aire y en el límpido cielo que soportan su horizonte. Abajo, la ciudad renancentista que es Granada, henchida de juventud universitaria durante el curso, despliega un saber estar muy italiano. Es lo que tiene la naturalidad, el saber estar del gato convertido en presencia cósmica a nivel urbano. Ibn Jayra al-Saabbág, plasmaba en versos la idea aterna: bebe y goza de la vida en un jardín; diviértete, pues la vida se va. Henry Pérès escribe en su libro Esplendor de Al-Andalús (Hiperión) Una de las impresiones dominantes que sacamos de la lectura de la poesia andaluza es que el hombre, sea la que sea la situación a la que pertenece, tiene conciencia de su debilidad. "El hombre ha sido sacado de la nada, dice Bakkar al-Marwànì; el corazón del hombre abandonado es como la hoja seca expuesta a todos los vientos" Al-Sumaysir escribe Es humilde... el hombre inteligente sabe humillarse y también Si quieres conservar tu situación, no dejes al deseo de prestigio invadir tu espíritu.

El único habitante verdadero de estos jardines es el gato, que desciende de un linaje irreconocible y siente el derecho a beber del estanque y a saciar su sed de aromas y de tibieza de la mañana. Los visitantes, turistas que han reservado los billetes por Internet, son como las bandadas de pájaros que están de paso entre su constante cambiar el norte por el sur y a la inversa. El gato solamente, y me atrevería a ponerme también yo entre esta demanda de naturaleza verdadera, porque le he visto y comprendido. Cuando acabo de hacer la foto constato que ni se ha inmutado, seguro como está de su territorialidad, por mi presencia. No creo que reconozca en mi al fascinado por esta historia que nos ha sido difulminada en los libros de texto y que yo descubrí por casualidad en uno de mis veranos de estudio, cuando escogí como tema el islam en España y estuve casi cuatro años rodeado por materiales portadores del conocimiento. ¡Cómo me fascinó la lectura de La Historia de los Musulmanes de Dozy, o la de los mozárabes de Simonet! . Durante cuatro años dediqué los veranos al completo y parte de las horas del resto del año a buscar en Asín Palacios, en Pérès, en Mújica Pinilla, en Rubiera, en Lings y en una no muy abundante presencia en librerias, a conocer, que es mi principal adicción. Y del islam en la península pasé a Sicilia y al Mediterráneo, de Algeciras a Estambul, y bajé por Siria e Irak hasta alcanzar la Mesopotamia y las llanuras y montañas de Arabia y del Yemen, donde se forjó una cultura asombrosa que en menos de sesenta años nació, se afirmó, creció y expandió por todo el Meditarráneo: norte y sur. Para una tan gran ignorancia como tenemos en este pais que nos ofrece pasaporte a cambio de amor y dedicación, cabría pensar que Al-Andalus no era de nuestra naturaleza y que en aquella cultura califal de proporciones vastísimas que deslumbró a la Europa semi bárbara del Norte, no era cosa nuestra. El gato fija su atención en el agua y yo en la memoria difulminada, de tal manera que llegamos a creer que estos jardines y el palacio vecino de la Alhambra son cosas de otras gentes perdidas para siempre, cuando muchos llevamos su ADN.

La belleza es la belleza y el horror es el horror y comparten historia, momentos, situaciones y acciones. No cabe olvidar que toda recopilación histórica pasa por miles de cadáveres, de cuerpos torturados, de mentes destrozadas, de hogares perdidos. La historia de la humanidad es la hisrtoria de una ilimitada vesanía, no descubro nada a nadie, y por ello no es cuestión de ejercer el maniqueismo. Construyeron y vivieron en medio de la más absoluta belleza y fueron crueles y sanguinarios. Durante la época de las taifas, se escribían los documentos políticos en versos bien compuestos, tan alto era el refinamiento. Hay una Guía de la Córdoba de Abderramán escrita por Antonio Muñoz Molina que recomiendo y siento no poder dar la editorial, porque no la encuentro ahora entre mis libros. Y leer El Collar de la paloma, de Ibn Hzem, ofrece sorpresas muy grandes para la imaginación. Fué y pasó y quedan las piedras y las palabras, como este verso de Ibn Arabí que siempre me ha producido una impresión profunda por lo que tiene de penetrante e intencionada mirada en la religiosidad de la época: Detrás del rostro de Alá, hay una tristeza de la que pocos hablan. El gato y yo hemos de despedirnos, pero volveré a Granada.

6 comentarios:

  1. Te he leído.

    Me llevo de lección el equilibrio ante la vida y la observación profunda.

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  2. La primera vez que vi Granada me pareció que la luz era diferente. La primera vez que pisé La Alhambra, paseé por el generalife y vi el albaicín, tuve la extraña sensación de haber estado allí antes (seguramente en sueños). A quien no vi fue al gato...
    Qué bien suena lo de estar cuatro años buscando historia, o retazos de ella (eres un aventurero)
    Seguiré yendo a Granada, aunque siempre vuelvo triste, muy triste.

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  3. ¿No será nostálgica? La tristeza puede ser el síntoma y la medicina es volver.
    Lo de los cuatro años es cierto. va por ciclos, pero se repite siempre. Lo explicaré.
    En cuanto al gato, si vive estará allí, sería estúpido irse a otro sitio.

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  4. Nostálgica me quedo al llegar a casa, en el camino estoy triste, muy triste.
    Aguardo pacientemente a que expliques los ciclos de cuatro años.

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  5. Hola de nuevo, Luis:
    se me empieza a hacer costumbre venir al bosque de tus palabras para recuperar la sensación primigenia de entrar en un verdadero bosque (los míos de la infancia era los de los Alpes Suizos, entre Saint Moritz y Samedan) y que sea el sonido irrepetible del viento rozando las copas de los pinos los que me recuerden aquello que en el fondo no puede ser nombrado (o al menos ahora no encuentro palabras).
    Mi afán bibliográfico: creo que la editorial que buscas es Planeta (Barcelona). Al menos esa es la que encuentro: CÓRDOBA de los Omeyas / Antonio Muñoz Molina. -- [3ª ed.]. -- Barcelona : Planeta, 1991. Es esa? Ojalá...
    Gracias de nuevo por tus imágenes

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  6. Juliana, si lo es. Está en una colección de Planeta que se llama "Ciudades de la Historia". Se trata de una visión amplia de la implantación de una cultura en la españa del siglo IX. Lo que explica es fascinante, verídico y sobre todo ligero de leer. No es propiamente un libro de historia, a medias si y también de divulgación. Gracias por tu interés. Luis

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