miércoles, mayo 24, 2006

La foto robada


A través del cristal de una vitrina en el Museo Capitolino de Roma, alcanzo a ver y retratar, la cara de una muchacha interesada en unas cerámicas romanas. Las luces llegan de atrás, de una rotonda anterior iluminada y un poco de donde estoy yo con mi cámara. Es una chica joven, acompañada por alguien del cual vislumbramos una porción de frente y cabello detrás del vaso central. Ella ha desviado sus ojos al caballo de nuestra derecha: su izquierda. Permanecerá así durante el tiempo en que se conserve esta imagen, aunque no lo sabrá nunca. Detenida en un momento de su vida, en una visita de un día laborable, por la tarde, con su acompañante. No la oí hablar, no puedo afirmar que fuera una turista o una romana. Aquella tarde, recién llegados a Roma, fuimos a los capitolinos porque queríamos ver anochecer sobre el Foro desde el Tabulario. Este edificio forma parte del conjunto de los museos, situados sobre el Capitolio, la colina de los dioses sin lugar a dudas. Los edificios fueron dedicados a varios usos antes de ser museos y la plaza central entre los tres, la rediseñó Miguel Angel. En el centro está ahora una copia exacta y perfecta de un Marco Aurelio a caballo, lleno de serena majestad, de aplomo, de dignidad humana antes que imperial, cuyo original se guarda (se acaba de terminar la restauración) dentro de los museos. Se ha conservado intacta porque la confundieron con una estatua de Constantino, emperador ya cristiano; las casualidades y la ignorancia pone siempre en ridículos a los tiranos. Una calle romana une los museos por el subsuelo y por ella, conservada con lápidas e inscripciones, atravesando toda la plaza, se llega a los enormes arcos del Tabulario. Fué este el archivo de Roma durante siglos; dominaba el Foro, o los foros para expresarnos mejor. Aquí se guardaba la memoria de la urbe en placas de bronce. Ver anochecer bajo los arcos que dominan el templo de Saturno y la Vía Sacra, dirigida como una flecha hacia el Coliseo, es retomar el pulso de nuestra esencia, desde el lenguaje hasta la moral, cambiados brevemente el uno y la otra, pero al fin descendientos directos, impregnados directamente, del olor a humanidad de estos recintos. Yo me afirmé romano en Roma despojándome de cualquier nacionalidad que pudiera al fin desviarme del pulso de los tiempos. Mediterráneo y romano en conciencia, todo lo demás me da igual, o para no ser tan absoluto, todo lo demás carece de auténtica significancia. Son las fuentes las que me alimentan, de la misma manera que la Fuente de la Yedra en el prado en que habito sacía mi sed después de una caminata, antes de llegar al agua fresca de la nevera de mi cocina. Visito Roma con el anhelo de reencontrar el punto de partida de esta aventura vital que es la parte norte del Mediterráneo de la misma manera que visito Córdoba para respirar el aliento bárbaro y poético de la orilla sur. En Granada vi llorar a una ciudadano marroquí por el esplendor perdido, asomado a la ciudad desde los jardines del Generalife. Le pregunté por sus fuentes literarias y no conocía a Wasington Irving. Sus lágrimas venían directamnente de la nostalgia emanada de padres a hijos. En Marrakesh guardan con celo unos sarcófagos de marmol andalusís como parte de su propio patrimonio. En Córdoba Ibn Rush (o Averroes) diría con certera ironía: "los árabes sacaron lo mejor de sí mismos al llegar a Al Andalús". He citado de memoria, pero el significado es exacto. Ibn Rush era descendiente de habitantes de la península con nombre visigodo: ese Rush se emparenta directamente con Rojo, Rodrigo, Rodriguez, Roig, etc. Una mañana cordobesa esperé en la Puerta del Perdón de la Mezquita a que descorrieran los cerrojos, conseguí entrar el primero, sólo yo en el patio rodeado por el murmullo del agua de la fuente y por ese sonido de las palomas satisfechas que sale de lo más profundo de su buche. Fresca la mañana y frescos los pensamientos entré en la Mezquita pensando en la belleza que el hombre ha creado mientras destruía otras bellezas tanto o más importantes, entre ellas la vida. Me llama la atención que la catedral de Córdoba siga siendo La Mezquita y recuerdo las palabras de Quin Shi Huang Ti, el primer emperador, que afirmaba que el poder está en manos de quien puede denominar las cosas. La Mezquita no ha perdido su nombre ni su grandiosidad; la Catedral, muy bella en su interior, está realquilada por el déspota orgullo de quienes no han conseguido ni cambiarle el nombre al edificio. Sugiero ver el conjunto de catedral desde el exterior en una posición alzada; gótico levantando su piedra al cielo sobre el orden plano de tejados de la Mezquita. En el centro de ésta la Catedral asemeja una araña, clavando los arbotantes en la carne extenuada de la primera, sorbiendo la religiosidad y la naturaleza; no hay que rasgarse las vestiduras, antes la Mezquita fué iglesia cristiana, compartida primero, expoliada después. Estas cosas hay que verlas dejando de lado las ideologías. No hay que hacer más poesia de la historia que la justa para que no nos salpique la barbarie, tan propia del ser humano, aunque mejor estaría decir del "no ser humano". Sin lugar a dudas, yo navego por esa romanidad que vislumbra el mundo a su alrededor y por esa razón vuelvo a Roma con frecuencia. Sugiero, que cuando alguien no sepa que leer, que coja a Tácito o a Tito Livio: es divertido y sorprendente. O a Suetonio, Salustio, los dos Plinios, que se yo... Visitar Roma, como visitar Córdoba, no son visitas cultas en el sentido retórico de la palabra; son visitas vitales, que requieren una saltimboca romana con vino italiano, o una estofado de rabo de toro. No hay que ser elitista, la cultura se bebe en las tabernas y en las calles, sorbiendo el sol y oliendo los meados de los gatos; la cultura se recoge en la vida de hoy entre el decorado de ayer. No hay que ser turista sino viajero con el ánimo empeñado en volver a casa, sin saber si eso sucederá en el viaje de ida o en el de vuelta. Mientras tanto mi muchacha en flor del museo capitolino no sabe que tengo una foto de ella, robada, una tarde de invierno, era noviembre.

8 comentarios:

  1. Gracias por el hermoso paseo nocturno que me has dado.

    y me llevo a la almohada: "la cultura se recoge en la vida de hoy entre el decorado de ayer".

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  2. Llego a su espacio gracias a la bella Clarice y, con total respeto, le digo que me gusta mucho y que de ahora en adelante vendré a alimentarme con su trabajo.

    Un abrazo

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  3. He leído comentarios suyos en la página de Clarice. Visitaré la suya también. Esta manera de intercambiar ideas me parece fantástica. Por cierto ¿porque no de tú?
    Un saludo.

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  4. Realmente disfrute mucho leyendo este sitio me gusto mucho tu trabajo y punto de vista me gustaria conocer mas de tus escritos.

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  5. Es un sitio muy interesante realmente lo disfrute es muy bueno gracias por mostrarlo.

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  6. Es un blog muy interesante ya que aprendi de cosas que ignoraba gracias por mostrarlo.

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