jueves, mayo 25, 2006

Cuando sea mayor...

Afirma Julián Marías en "Persona" que "el primer rasgo de la muerte personal no es la destrucción de la corporeidad, con todas sus consecuencias, sino la eliminación del futuro, es decir, de una irrealidad. Cuando alguien muere desaparecen con él sus proyectos, aquello en que más propiamente consistía." Desde mi punto de vista es totalmente cierto, y confieso que cuando leí esta frase, sin ser yo un lector aficionado al filósofo, sentí por él un enorme agradecimiento y sin esfuerzo alguno terminé este librito (por lo breve del texto comparado con otras divagaciones filosóficas a las que en muchas ocasiones sobran palabras y faltan ideas) con gran placer. Sucede, a mi por lo menos, que en un libro encuentro una frase que me abre una puerta por la que debo entrar. Puede tratarse de una idea fuerte, concreta, novedosa o como en este caso, de un punto de vista diverso sobre la muerte: cuando morimos, viene a decir el filósofo, perdemos la oportunidad de nuestro futuro; no se me había ocurrido adscrito como estaba a que la idea de la muerte venía muy concretamente añadida a la del fin de la vida como presente. Marías propone una imagen subyugante: somos lo que somos más los proyectos que anhelamos realizar y en los que debermos de empeñar esfuerzo e inteligencia para concluirlos a la espera de que la muerte no interrumpa la tarea. Y la tarea es construir lo que vamos a ser, que es la suma de lo que somos hasta el momento en que reflexionamos, más los proyectos que ocuparán un teórico futuro y el empeño a poner en ellos. El futuro es una irrealidad, no cabe duda, de la misma manera que el tiempo es una ilusión. Filósofos y científicos están de acuerdo en que no se puede hablar en términos de tiempo, de pasado y futuro como realidades de esta vida, sino tan solo de presente. No existe la flecha del tiempo, salvo en la física. El tiempo somos nosotros, cada uno de nosotros encerrado en su tiempo, en su propia duración. Naturalmente, el inexistente e irreal futuro es un lugar a convertir en presente a lo largo de la duración restante de la vida y de ahí la importancia de encararlo bien (con lo que esta palabra quiera decir para cual y para sus proyectos) con propósito de construcción. Porque, insisto, lo que seremos de verdad está por venir, que lo que somos ahora, ya lo somos.
Ni soy filósofo ni soy capàz de perderme en excribir textos de filosofía. Además de abrumarme los resultados podría perder amistades, pero se con certeza donde estoy y de ahí mi interés en este punto de vista. En contra del Pienso, luego existo prefiero el Existo, luego pienso , y puesto a pensar lo hago en la existencia que me queda para acabar siendo el que seré y del que ahora no puedo hacerme idea. No es pensamiento baladí porque de la conciencia que tenga ahora de mi mismo dependerán los empeños en llegar a ser, y eso me obliga a reflexionar y a preguntarme si estoy, ahora, satisfecho conmigo mismo. Y aún más, puedo, sin estar satisfecho, decidir no empeñar esfuerzo alguno en cambiar aduciendo la conformista excusa del fracaso anticipado. ¿Para qué molestarme? ¿Quien soy yo para cambiar el curso de mis acontecimientos? O aceptar que el grupo exterior al que denomino cabalísticamente la sociedad me impedirán cambiar. Todo está escrito se puede pensar y de hecho hay muchas personas que lo hacen negándose a pensar; pero no, no puedo negar el potencial del futuro con respecto a mi propia vida, la restante, que me queda por vivir. Cuando éramos niños y nos preguntaban que era aquello que deseábamos ser (laverdad es que a mi esa pregunta no recuerdo que me la hiciera nadie) contestábamos que futbolistas o bomberos, policias por entonces no; ahora es otra cosa. El claro proyecto de un niño, vinculado a su sueño de asimilación del héroe nos describe una vida dividida en dos partes: la que representa el presente y el proyecto futuro, tan largo como quepa pensar. El ejemplo es claramente demostrativo. El niño olvidará su proyecto y lo sustituirá por otro o por otros y aprenderá a vivir si es que a esto se aprende: yo creo que si. Pero: ¡Ah, los adultos! Es otra cosa porque nuestro presente ya acumula una manera de ser por la que nos revelamos a los demás. No cabe ahora soñar en ser bombero sino saber si vamos a llegar a alguna parte si la muerte no lo impide. Aparentemente esta pregunta nos sumerge de manera precipitada en una incomodidad, nos precipita en la duda porque "llegar a alguna parte" ya es en si un enunciado problemático que más bien presupone el fin de un mal o mediocre camino, subjetivamente imaginado. Sin lirismos estilistas, lo ideal sería hacernos, hacerme, una pregunta básica, un poco incómoda y a la vista de la respuesta proceder a la siguiente y a la otra, hasta llegar a una conclusión. Naturalmente, cualquier "no sabe, no contesta" anula el test en el mismo lugar en que se produce la respuesta. La pregunta sería "Si me muriera ahora, ¿estaría satisfecho con mi "ser de esta manera que soy"?" Si o No. No valen subterfugios a los que con tanto anhelo y palabrería somos propensos. No vale empezar a cuestionar la pregunta o a tratar de establecer la manera, el modo, el lugar y toda la parte circunstancial del deceso. Si o No. ¿Te vale o no te vale ser como eres? ¿Estás satisfecho ahora, hoy, no mañana? De acuerdo, tenemos la respuesta y nos prolongamos la vida, vamos a darnos más años de vida, en mi caso si me atengo a la estadística entre diez o doce, me parecen pocos, pero en la estadística se puede estar entre los que la cumplen y los que no, siempre hay esperanza. ¿Cómo quiero ser de aquí diez años? Ya tengo mi otra pregunta, el siguiente escalón. De lo que me responda tenré que certificar que mis proyectos son válidos para llegar a aquel objetivo. ¿Tengo proyectos? Esa es otra, porque a veces el proyecto es seguir. Partes de mi vida hay en las que tengo la sensación de haber salido de ellas conducido por otro y como en un sueño: perdí el pulso, el sentido y la orientación, me cuestiono a mi mismo y tal vez, me digo también, no fué tan grave. pero es ya pasado y forma parte de mi "forma de ser" hoy en día. Y día tras día, deberé, deberemos, construir el presente ganado fracciones de esa irrealidad que es el futuro hasta llegar a ser lo que de verdad quiero ser cuando ya sea mayor, vaya y me muera.

4 comentarios:

  1. Soy mayor y quiero vivir. Tengo miedo a vivir. Lo absurdo. No a morir, sino a vivir.

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  2. No, Clarice; se es mayor el día en que se muere. Antes no, lo niego. Tenemos una edad biológica en nuestro cuerpo y en la mente memoria, no edad. Quien atempera el ritmo biológico de la mente a la edad del cuerpo, se condena a envejecer. Hay que dejar que el Alzeymer haga su trabajo, no facilitárselo. Y en cuanto al miedo a vivor, no sabría quye decirte, preocupación si tengo, pero miedo no. Miedo no tengo.

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  3. Tienes toda la razón. No me dejaré morir. Viviré sin miedo, lo que tenga de vida, la viviré.

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