sábado, enero 28, 2006

De perros y de personas. Todo lo que yo sé.

Pasear con mi amigo el perro es una actividad enriquecedora. Él y yo nos necesitamos en silencio, de vez en cuando constatmos que estamos, siempre cerca el uno del otro y con eso nos basta. No necesitamos hablarnos continuamente ni intercambiar impresiones acerca de como están las cosas, las cosas en abstracto que son generalmente todas las cosas que están mal.
Además, mi amigo el perro, tiene una enorme capacidad para hacerse querer por las personas que pasan junto a él. Lo contrario que yo. Les saca una sonrisa, una caricia. sabe camelárselos; cuando les ve llegar acorta el paso y casi se para, le mira con descaro suficiente y con discreción mueve su cola. Si pasan por su lado sin decirle nada, les sigue girando su cabeza y fijando en ellos la mirada húmeda que, viéndola de cerca, es irresistible. Cuando ya han pasado, da uno o dos pasos tras ellos y si antes no le han dicho nada, entonces no pueden resistir la sugestión. Me miran y sonríen: "se vendría conmigo" me dicen y yo asiento. "Si, con cualquiera que sea cariñoso" digo por decir. Y ya somos amigos. Hablamos un rato de perros y de personas y nos contamos algunas interioridades que tienen siempre que ver con la debilidad que sentimos por ellos. "·Todos son iguales" decimos. "Acaban por conseguir lo que quieren. Se te meten en el corazón". Y cuando nos separamos, el nuevo amigo se despide de mi amigo el perro el último, llamándole por su nombre. "Adios, Goyerri -se llama Goyerri- guapo". Y me pregunto, ¿que nos pasa con los perros que no nos pasa con las personas?

Todo lo que yo sé

De repente me pregunta "¿Qué pasará con todo lo que yo se cuando me muera?" Y añade "¿se lo ha preguntado usted alguna vez?" Este tipo corpulento, tocando la setentena, de algo más de metro setenta y cabello cano, es un alemán de Hamburgo que pasea a un terrier blanco de quince meses, macho, juguetón y cariñoso. Le he conocido bajo la lluvia esta mañana, hablando de perros. El perro, me ha dicho, es de su hija, y ella no le permite educarlo, solamente sacarlo a pasear. De charlar sobre nuestros perros hemos derivado a la suma de conocimiento que se contiene en el universo. "Lo que se conoce, a través de Internet, y lo que se conoce por propia reflexión, es la enorme suma de conocimiento que está fragmentado por personas, por cerebros. ¿Cómo se va a perder por el simple hecho de que yo me muera?" Y ha añadido "alquien ha descubierto que eso no va a pasar" Se refería a una mujer de la que solamente a él he oido referencias: "americana, de unos cuarenta años, una mezcla de matemática, física y filósofa -me ha dicho - que ha llegado a saber que todo lo que usted sabe, guarda en su cerebro, todo, se registra, si, se registra, como en un inmenso cedé, como se ha registrado todo lo que sabía su padre, y su abuelo, y el de todos, ¿lo entiende? Ahí irá a parar todo lo que usted sabe, el día en que se muera". "¿Y la conciencia?" le he preguntado. "¿Ah, ¿qué es la conciencia? ¿Tienen conciencia las plantas? ¿Y los animales?" Mi amigo el perro se alejaba cansado de una charla que nio le interesaba lo más mínimo. He de decir que mi interlocutor, en ningún momento, le ha hecho la más mínima caricia, y mi amigo Goyerri lleva eso muy mal. Es rencoroso con aquellos que no le muestran afecto. Me pregunto si el cedé guardará un espacio para guardar todo lo que mi amigo el perro ha aprendido en diez años de vida.

Me he alejado con la excusa de seguir el paseo. "Nos veremos, me ha dicho, me gustará seguir hablando con usted" . Tal vez sea así. Tal vez no. Es lo que tienen estas amistades de perros, que son frágiles y ocasionales.

Pero me he ido pensando. La lluvia empapaba mi impermeable y mojaba los cristales de mis gafas. Me gusta que llueva, paseo y pienso y parece que el mal tiempo me aisla en una atmósfera de nostalgia que además de impersonal es protectora. Me he ido pensando en que este buen alemán tenía razón en una cosa: muchas veces me he preguntado quejumbrosamente acerca del destino de todo aquello que he ido sabiendo. Lo del cedé universal lo archivo en el cajón de los esoterismo: nunca lo abro. Pero con respecto al destino de "todo lo que yo se" la cosa cambia. Hoy, he dado con la respuesta. No existe lugar, solamente vanidad. Todo lo que yo se está en el mundo, a mi alrededor, a disposición de todo el mundo. Todo lo que yo se es todo lo que he leido, todo lo que he hablado, todo lo que he visto, todo lo que he escuchado, todo lo que he aprendido, todo lo que he olvidado, todo lo que he vivido y todo lo que he desvivido. Y todo todo todo, está a disposición de todos. Nada de lo que yo se es original, salvo yo y esa certidumbre final ni siquiera ha sido conclusión mía, sino de Ana. Al volver a casa y contarle el encuentro, me ha dicho: "claro, todo lo que has aprendido se resume en ti!" Y se ha inclinando para dar la bienvenida a mi amigo Goyerri que volvía calado por la lluvia, y movía el ramo por la alegría de estar de nuevo en su hogar.

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