Cierto es que le gusta fotografiar en el bosque, en esto es cuidadoso y no dice "fotografiar el bosque". Esto último es demasiado basto, amplio y comprometido. Lo es aún no pareciéndolo. ¿Quién puede asumir ese capricho de fotografiar eso, "el bosque", o la totalidad de lo que es. Bastante es que el robledal o el pinar le acojan y le dejen tranquilo mientras deambula por sus pasillos, salas, camaras y terrazas. No tiene la osadía de sentirse el señor del lugar, sino un invitado a trasmano del tiempo, un ser ajeno que desea no serlo, una vocación de fundirse en el lugar y pasar desapercibido.
Lo mismo en una de estas casas abandonadas que encuentra caminando por ahí y que ofrecen más ternura cuando más muestran los despojos, no la ruina de puertas y paredes o techos caídos, derrumbados, sino los despojos de los que allí estuvieron, las cosas que fueron de ellos, o más que de ellos, que fueron ellos mismos. Un cinturón, un vestido polvoriento, unos zapatos o un sillón no son en si mismos cosas independientes, sino que unidos al espacio abandonado son el testimonio real de sus habitantes, contienen su aire, tal vez sus sonidos, probablemente la melodía de sus vidas. También en la casa siente un silencioso, nada expresivo agradecimiento al vasto espacio de aire y luz que le envuelve y le deja estar y entre las cosas que son las sombras de los habitantes, pasea como entre los árboles del bosque, desapercibiéndose.
Una frase de Comte -Sponville viene pidiendo paso desde hace días en su mente. No sabe bien a santo de que ahora se cuela en este párrafo, pero tiene, ha de tener sentido, pues todo va hilado, entrelazado. "¿Cómo podría el esteticismo conducir al absoluto". Tal vez, piensa, porque en el bosque o en la casa abandonada, sus fotografías son menos bellas de lo que fue el momento de hacerlas.
Pensará en ello.
sucede casi siempre que las fotografías no salen como uno las ve desde la retina de sus ojos, sobre todo la diferente intensidad de la luz que uno capta y la que coge la cámara.
ResponderEliminarun abrazo